La periodista acaba de sacar al mercado su libro ‘Todo eso que no sé cómo explicarle a mi madre’.
El paso de un estudiante por la educación obligatoria le deja un poso de conocimientos sobre matemáticas, lengua, historia, música… lo que llamamos «cultura general». Quizá, si el centro lo organiza con una empresa externa, los alumnos reciban un taller de sexualidad en el que a las mujeres se les explique cómo colocarse un tampón, una compresa o una copa menstrual, y a ellos como hacer lo propio con un preservativo. Sin embargo, sobre otras materias que, inevitablemente, formarán parte de la vida de estos alumnos llenándola de dudas, la formación se reduce a la intención familiar, los círculos sociales y la investigación personal.
Es el caso de todo lo relativo al sexo y sus variantes, el amor propio, la asertividad, los roles de género, la diversidad y la importancia de respetarla… Esa falta de educación sobre estos temas favorece una cultura de la belleza impuesta que empuja a la enajenación, la mercantilización del amor, la violencia de género, trastornos alimenticios, infidelidades, un corsé social que limita el placer y culpabiliza, homofobia, machismo, racismo o ‘bullying’.
El libro ‘Todo eso que no sé cómo explicarle a mi madre’, de la periodista Sandra Bravo, recoge todas estas cuestiones y muchas otras reflexiones sobre las consecuencias de esta falta de educación. A veces, planteadas en forma de pregunta para compartir interrogantes y motivar el debate, pero siempre con la intención de estimular el pensamiento crítico e invitar a vivir la sexualidad femenina con libertad.
«Afortunadamente, poco a poco la sociedad ha abierto más la mente», explica. «Para que se haya dado este cambio hay un punto de inflexión muy significativo: internet. Permite un acceso a la información que yo no tuve en mi adolescencia, aunque también tiene un lado más oscuro: hay más fuentes de información, pero no quiere decir que todas sean de buena calidad, sanas, no estereotipadas o no sexistas». El hecho de que los jóvenes lleguen a este océano de información sin pensamiento crítico ni herramientas suficientes para discernir dónde informarse y dónde no, es algo que preocupa a la periodista y, por eso, plantea que «la educación sexual es necesaria desde la infancia».
Con educación sexual Bravo no solo se refiere al acto en sí, sino al placer, a la identidad de género o a los límites de la comunicación, entre otras cuestiones. «Debería haber equipos de sexólogos durante todo el currículum escolar del niño para que, con su nivel de comprensión, pueda entender lo que necesite en ese momento sobre su sexualidad, que va mucho más allá de tener relaciones sexuales», considera.
San Valentín y el romanticismo
Quedan pocos días para la cita más romántica del año. Pero, para algunos, el romanticismo es menos rosa y más oscuro. «San Valentín es la fecha clave del amor romántico, pero lo que entendemos por este término no tiene nada que ver con el sentimiento de conexión hacia otra persona«, explica Bravo, para quien este término está más relacionado con la educación que hemos recibido y que entiende que «la pareja es el centro y sin ella no somos nada».
Según explica la periodista, a lo largo de nuestra vida: «Se encumbra la idea de la media naranja y de que con ella no hace falta nada más. El amor se convierte en una especie de utopía inalcanzable que hace que mucha gente se frustre si no consigue tenerlo y quien lo consigue, se aísla del resto de su entorno. No voy a criticar a quienes celebren una noche especial con su pareja, solo cuestionar el significado de esta fecha, el mensaje que nos aporta y cómo alimenta continuamente la idea de amor unido al apego insano, de necesidad y de renuncia a lo demás». Para ella, es necesario «que rompamos con esta idea de que el amor de pareja es lo mejor que te puede pasar en esta vida, y demos más importancia a los amores de amistad u otro tipo de vínculos».
En relación con esta teoría, ha habido muchas voces que han definido mitos relacionados con el amor romántico, algunos de ellos recogidos en este libro como la teoría de la media naranja como una persona a la que se está predestinado a conocer; la omnipotencia del amor, que todo lo puede si es verdadero; que los celos sean indicadores de amor verdadero o la equivalencia entre amor y enamoramiento, por lo que si desaparece la pasión, se ha acabado el amor.
La complejidad de ‘salirse’ del tiesto
El título de esta obra, ‘Todo eso que no sé cómo explicarle a mi madre’, parte de la situación personal de su autora, cuya forma de vivir su sexualidad no ha sido fácil de entender para su entorno. «Tengo la fortuna de tener una madre que, aunque no me entiende, me quiere mucho. Eso es un privilegio». Pero es consciente de que no todo el mundo corre la misma suerte cuando quiere abrirse a alguien,ya sea en el tema de la sexualidad o en cualquier otra materia.
«A alguien que se encuentre en esta situación le diría que no renuncie a su esencia,aunque a veces puede ser muy complicado de llevar a la práctica, en especial en un entorno que te lo pone difícil, si tienes herramientas emocionales insuficientes… De ahí que sea tan importante la educación sexual y de gestión emocional temprana», explica Sandra Bravo y continúa: «También le diría que se arrope de gente que le quiera y con quien pueda ser él o ella misma. Donde no tenga que esconderse para que esto le refuerce y pueda mostrarse cada día con la cabeza más alta frente a otras personas que, quizá, no le entiendan. Es imprescindible rodearse de amor. Somos una sociedad y lo bonito es que nos unamos y reconozcamos nuestra interdependencia, que creemos una red de cariño y apoyo para poder vivir más felices», concluye.
Si no lo compartes con nadie y la primera vez que lo haces la persona se cierra en banda, puede ser tan duro el golpe que te plantees no volver a intentarlo y te quedes encerrado en una identidad que no te corresponde
Por eso, la periodista recomienda que, si las figuras paterna o materna son una barrera muy difícil de traspasar a la hora de abrirse, «es mejor empezar por amistades que te quieran y te entiendan, o colectivos que piensen como tú y te puedan dar herramientas y referentes para poder mostrarte tal y como eres. Si no lo compartes con nadie y la primera vez que lo haces la persona se cierra en banda, puede ser tan duro el golpe que te plantees no volver a intentarlo y te quedes encerrado en una identidad que no te corresponde».
Machismo, feminismo y aliados
Bravo ha recibido muchos comentarios positivos a sus reflexiones en las redes sociales. Personas que le agradecen su proyecto de divulgación, «que se plantean sus privilegios, que se sienten identificadas y dicen darse cuenta de que no están solas». No obstante, también ha recibido muchas críticas, «normalmente, de hombres cis o personas socializadas como tal, que identifican estas reflexiones con ‘pataletas’, porque no están viendo las opresiones ajenas», explica.
«El machismo no es exclusivo de los hombres», aclara, y prosigue, «y también entiendo que pueda haber hombres que ante este movimiento no sepan cuál es su lugar, sientan miedo a abrir la boca y equivocarse, pero si hablan desde el respeto, creo que recibirán una buena acogida de cualquier persona que tenga corazón. Hay, por un lado, sectores feministas en los que se necesita un debate en espacios seguros en los que no se invita a hombres cis a participar, pero también hay espacios mixtos donde ellos pueden trabajar el feminismo y la masculinidad», repasa.
A los hombres que no quieran seguir alimentando el patriarcado tenemos que darles paso, porque tienen mucho que aportar a la lucha feminista
«Solo faltaría que nosotras fuéramos las que tenemos que cambiar el mundo y ellos quedarse mirando. No. Hay muchos hombres que pueden sentirse perdidos, pero eso no implica que quieran seguir alimentando el patriarcado o seguir haciendo uso de sus privilegios sobre el resto. A estas personas les tenemos que dar paso, porque tienen mucho que aportar a la lucha feminista y nos podemos enriquecer mutuamente», concluye.