Feb
14, 2019
Pablo Piñeiro: “Si hay penetración, le regalas tus sentimientos, pero a una persona a la que le das un abrazo porque está llorando, no. No lo entiendo”
Me enamoré de Pablo Piñeiro en una cabina de peep show de un sexshop. Después descubrí que había dado la vuelta a Galicia escuchando historias de amor gratis; un proyecto que acabó tomando forma de libro. Y eso aún hizo que me gustara más.
Pablo es un hombre polifacético por adaptación. A pesar de su juventud, si se pone a explicarte su trayectoria, necesita tomar aire para acabarla de carrerilla. Pero lo que más admiro de él es el proceso de deconstrucción romántica y patriarcal que está haciendo; algo que tengo la fortuna de poder seguir en primera persona.
Esta es una entrevista muy especial para mí que considero que enriquece muchísimo mi proyecto, porque Pablo habla continuamente desde el corazón, con su particular acento gallego, sus redundancias y sus divagaciones que tanto adoro.
¡Ojalá algún día todas las historia que tengamos que explicarnos sean de amor! Y que siempre tengamos a alguien a nuestro lado dispuestx a escucharnos. Porque el amor no va de cifras, sino de presencia, de cuidados, de admiración… O al menos eso creo yo.
Pregunta.- ¿Cómo se te ocurrió comenzar a escuchar historias de amor de desconocidos?
Respuesta.- El estímulo vino de la forma más ridícula que te puedas imaginar, porque fue a raíz de un meme que vi en una página de chorradas, en el que aparecía un señor sentado en medio de la calle con unas sillas de plástico y un cartón a sus pies -escrito a mano- que ponía: “escucho historias de amor gratis”. No sabía si era un fake, si era un montaje fotográfico… qué era eso; pero me impactó muchísimo, y al momento empecé a pensar si yo podría trasladar eso a mi realidad social, y cómo reaccionaría la gente. Me parecía algo muy interesante, y poco tiempo después estaba haciéndolo yo directamente.
P.- ¿Cómo fue el proceso?
R.- Vi la imagen y después empecé a analizar el planteamiento que estaba haciendo, que era: “escucho historias de amor gratis”. Yo realmente tengo un temazo con el amor. Me parece algo que lo mueve absolutamente todo, y es un tema del que siempre tuve muchísimas dudas y muchísimas inquietudes, y cuando empecé a plantearme cómo hacerlo -dónde escuchar historias-, me planteaba también si la gente vendría a contármelas. Y me respondía: pero es que el amor es un concepto universal… todos tenemos algo de amor o desamor en nuestras vidas y hay 7.000 millones de seres humanos en la tierra. Aun siendo muy pesimista en la estadística, ¡van a venir un porrón de personas a contarme sus historias! Y a partir de ahí ya fue hacer el cartel.
Otra cosa que me planteaba era: con todas estas historias, qué puedo hacer con ellas, independientemente de enriquecerme yo o de tener un crecimiento personal… Y empecé a pensar en una historia que tenía estancada, que era escribir en algún momento de mi vida un libro. ¡Y por ahí empecé!
P.- ¿Qué elementos tienen en común las historias que escuchaste?
R.- Depende del contexto, pero si tú vas a la generalidad, había muchos patrones de repetición de una forma de relacionarse muy monogámica, tradicional, incluso… Las historias que más me contaron eran de fracasos amorosos; de desamor, más que de amor… aunque el contexto inicial fuera de amor.
Parece que, cuando no hay dolor, es amor, y cuando hay dolor, le llamamos desamor; pero yo creo que en las dos es el amor el que mueve las cosas hacia un lado o hacia el otro.Pero, a tu pregunta, en líneas generales sí que diría que hay un mismo comportamiento relacional en España.
P.- ¿Cuál sería?
R.- Un procedimiento de conocerse: conozco a una persona de sexo contrario al mío –es una relación normalmente heterosexual-, en el que se generan todo tipo de expectativas o de esperanzas de cómo va a surgir esa relación… Se intenta responder a todas esas expectativas y, si las cosas van bien al principio en relación al químico, se genera un tipo de relación que no se basa en nada fuera de ese químico. Para que se entienda: no trabajo nada relacionado con el cariño que yo pueda tener por esa persona post-químico… o la admiración… o no construyo nada más sólido fuera del contacto sexual. Y, como estás obnubilado por el químico como si estuvieses bajo los efectos de cualquier otro tipo de droga, estás omitiendo o pasando muy por encima cosas que en el futuro más cercano van a ser insostenibles en tu relación, como a lo mejor alguna falta de respeto o cosas que realmente tú no vas a llegar a soportar a largo plazo en tu pareja.
P.- Has hablado de heterosexualidad y monogamia. ¿Escuchaste historias de amor no heterosexuales y no-monógamas?
R.- Ehhh… Sí y no. El tipo de relación que yo voy a identificar ahora como no-monógama la mayoría de gente no lo va a entender así. Pero escuché una de un chico que –con parejas- sí que tenía una forma de relacionarse monógama o tradicional, pero la historia que me contó fue que él siempre se relacionaba así y llegó un momento en que dejó de tener interés por este tipo de relación, y la historia de amor que me contó era hacia sus cinco sobrinos. Para mí eso es amor y es una relación exactamente igual que las otras, quitando a lo mejor el condicionante sexual; que desde mi punto de vista no es tan importante. Y para mí sería una relación no-monógama, evidentemente.
Y homosexual y bisexual… sí… escuché varias.
P.- ¿Este proyecto ha cambiado tu manera de entender las relaciones y el amor?
R.- Yo creo que más que cambiar han ocurrido cosas a raíz de él que me han hecho plantearme muchas cosas… Me ha hecho construir de una forma más poderosa el camino que yo había iniciado ya antes del proyecto sobre cómo veo yo las relaciones. Sí que me ha dejado cosas mucho más claras y, por ejemplo, me ha asentado pensamientos que he definido mucho más y que a veces no entendía con claridad, como por ejemplo el tipo de educación que recibimos… cómo la recibimos… El tipo de educación machista que nos deja –hablo de mi posición- en una situación muy ridícula y con muy pocos recursos de inteligencia emocional para poder sobrellevar un cortejo sincero, a la hora de poderle transmitir a la otra persona lo que sientes por ella… Porque desde pequeños nos han sesgado todo lo que tenga que ver con emociones o con sensibilidad… ¡Los niños no lloran!
Todo lo que tiene que ver con sentimientos, desde pequeños, nos lo tacharon en peyorativo y en femenino: eres una nenazao eres una marica… Cosas que han sido muy destructivas -yo creo- para la inmensa mayoría de los hombres y, consecuentemente, las mujeres, en todo lo que tenga que ver con un contacto entre los dos. Y esto sí que lo he definido muchísimo más después de este proyecto, al igual que ver cómo nuestra sociedad prima muchísimo más la violencia en el amor –vuelvo a la niñez, con frases como “los que se pelean se desean”-… Es una marca horrorosa, si esa frase sigue su evolución hasta la edad adulta… porque tú a un niño le estás diciendo que la violencia es amor solo con una frase que parece inofensiva a todas luces, y me parece que es construir maltratadores en serie.
P.- ¿Qué crees que tendría que cambiar para que fuésemos capaces de amar sin violencia?
R.- La educación. Yo creo que toda la base es el sistema educativo. Y no quiero hablar mucho de este tema para no meterme en algo que a lo mejor no conozco lo suficiente, pero yo creo que el sistema educativo está creando trabajadores en serie que no tienen capacidad de análisis ni de pensamiento. La parte fundamental es que ya han eliminado casi por completo la filosofía de nuestras vidas en el planteamiento educativo, y ese ya es un indicativo de que las altas esferas no quieren que lleguemos a desarrollar un pensamiento crítico.
Por ejemplo, que nosotros en ningún momento de nuestra vida toquemos -ni siquiera por ningún lado- la inteligencia emocional, que es fundamental para gestionar todo tipo de sensaciones y relaciones en tu vida, que es de lo que se va a construir tu vida… Yo creo que tu vida se construye gracias a las relaciones personales que tienes… Si tienes relaciones de calidad yo creo que vas a tener muchísimas posibilidades de éxito, desde mi punto de vista del éxito. Y si no, si solo te curtes académicamente y no tienes buenas relaciones personales, yo creo que aunque tengas un gran trabajo o un poder económico –entendiendo economía como dinero- no vas a ser una persona –bajo mi punto de vista- feliz. Pero, claro, todo esto… si no cambia el sistema educativo o los valores que uno debe de tener desde pequeño, creo que seguiremos relacionándonos de esta forma tan consumista de relación tras relación tras relación… Sin tener al final un buen vínculo con nadie.
Con frases aparentemente inofensivas como “los que se pelean se desean” le estás diciendo a un niño que la violencia es amor, y eso es construir maltratadores en serie
P.- ¿Cómo definirías tú el amor?
R.- Hay una cita de Einstein que me encanta que dice –bueno, es un fragmento-… que considera el amor como un Dios. Mi percepción es como de algo superior… o lo que Platón llamó el Demiurgo… Creo que lo único que puede considerarse un Dios es el amor, porque es lo único que nosotros no somos capaces de controlar y que está en nuestra vida todos los días. Eso sería quizá lo más cercano a una definición de amor que yo tengo.
P.- ¿Y cómo liga tu definición con el concepto de amor romántico con el que nos educan?
R.- El concepto de amor romántico con el que nos educan me parece ya del pasado. Yo creo que la evolución lleva a que esto no sea sostenible, porque el amor romántico se sustenta en las expectativas, y al final cuando estás todo el tiempo trabajando con expectativas de lo que debería ser y no es… Siempre en relación a lo que nos vendieron de pequeños que tenía que ser, ya sea porque nuestros padres o por la Iglesia o la política o… Disney… Pues eso va acabar llevando a una frustración continua, y para mí no es sano.
P.- ¿Qué papel jugaban las expectativas, los celos y el apego en todas las historias que escuchaste?
R.- Eran el núcleo, porque la mayoría de personas, cuando inician una relación, lo hacen como quien coge un salvavidas y dice: “esto es lo que me va a salvar, lo que va a hacer que sea feliz”, porque es lo que le han hecho creer. “Tú para ser feliz tienes que tener una relación, porque eso te lleva al éxito en el amor”.
Tienes que ir por la calle de la mano con alguien, y eso al resto de personas le transmite que tú eres feliz y que eres exitoso. Para que tú sigas siendo exitoso tienes que transformar ese ir de la mano en una boda y, de ahí, tienes que tener hijos y después una casa maravillosa… Creas unas expectativas de cómo tienen que ser las cosas, cuando en realidad llegar a ese punto te hace pasar quizá por peajes que jamás estarías dispuesto a pagar, como la infidelidad. A lo mejor esa persona con la que vas cogida de la mano y que los otros ven como éxito es una persona que te maltrata psicológicamente día tras día, no te respeta y ni siquiera te admira, y para mí la base fundamental de las relaciones es la admiración. Si tú a la persona con la que compartes el total de tus días ni siquiera la admiras, me parece destructivo, triste y una pérdida de tiempo, cuando tenemos un tiempo súper limitado. Me parece… ¡desastroso!
Creo que lo único que puede considerarse un Dios es el amor, porque es lo único que nosotros no somos capaces de controlar y que está en nuestra vida todos los días
P.- Infidelidad… ¿son infieles las historias de amor de tu libro?
R.- Hay muchas historias de infidelidad, incluso algunas que para mí lo son y esas personas me lo están contando como algo que no tiene nada que ver. Pero yo parto del punto que una persona que miente está siendo infiel. Para otras personas tiene algo más que ver con la piel, con compartir piel… o qué piel… Porque un beso no es infidelidad y un acto sexual sí… y depende de qué acto sexual es infidelidad o no… Hay tantos matices. Pero yo parto desde el momento que una persona me está diciendo que miente. Para mí eso es ser infiel, y sí, lo he escuchado en muchísimas historias.
P.- ¿Crees que la exclusividad sexual tiene algún sentido?
R.- Yo creo que no, porque ¿cuál es la finalidad de la exclusividad sexual? Yo no le veo ni felicidad ni salud ni nada… Yo parto de la base que me parece importante la cantidad de amor social que tiene que haber: cuanto más amor, mejor. Esto le gana la partida a la violencia. Tener más relaciones sexuales al final es eso: compartir amor y tener momentos bonitos con otras personas. Es compartir piel, conversaciones bonitas… o no… Igual te gusta que te insulten, pero desde un contexto de respeto y desde el “te lo estoy pidiendo, porque es algo que me gusta”. Así que yo no le veo sentido en los tiempos que corren: cuanto más amor haya, mejor y, si es sexo, pues también. Me parece que va ligado directamente al amor.
P.- ¿Y por qué crees que todavía hay gente que le tiene tanto miedo a romper con la exclusividad sexual?
R.- Yo creo que tiene que ver mucho con la educación en el ego y en el súper yo. Al final tenemos una percepción nuestra -más que creada por nosotros- en relación a lo que la gente dice que somos, no en base a la realidad. Al final, muchas veces, las personas que te rodean: tus profesores, tus padres, tus amigos, tus entrenadores, te acaban diciendo lo que creen que tú eres, y tú al final te lo crees. No eres capaz de correr los 100m en menos de 12’’… Tú nunca llegarás a conseguir ser un buen pintor de cuadros… Tú nunca llegarás a ser buen matemático, etc. etc. etc. Todo esto hace que tu autoestima llegue a un techo, que hasta que te pares en seco y te hables con cariño y con respeto no serás capaz de romper: pero claro, tú tienes la autoestima tan baja y… ¿cuál es la pregunta inicial, perdona?
P.- El miedo a la falta de exclusividad sexual
R.- Sí, claro, fui por ahí para llegar a que la falta de autoestima hace que tengas muchísimas inseguridades y que pienses que, si una persona que se relaciona contigo se relaciona con otras personas, la vas a perder, porque la otra es mejor que tú. Cuando realmente, si la otra persona se relaciona y es feliz, eso te lo va a devolver. Es como un círculo de retroalimentación. Imagínate: si tú te acuestas con otra persona –algo solo sexual- y te hace cosas muy satisfactorias… algo que yo nunca te hice y tú no sabías que te gustaba hasta que te las hizo esa persona… Entonces llegas otra vez a relacionarte conmigo y, con una comunicación sana, sincera, transparente… me dices: “Pablo, me hicieron esto y me ha encantado”. Entonces yo construyo una mejor relación contigo porque a partir de ahora podría hacerte cosas que yo no te hacía y que te van a hacer sentirte mejor y disfrutar más de nuestra relación sexual. Y si nos fuésemos al contexto relacional, imagínate que esa persona te habla de… física cuántica, y yo no tengo ni idea de física cuántica. Te da puntos de vista de la vida por medio de la física cuántica que tú me los regalas a mí y me estás construyendo a mí. O a lo mejor mantenemos un día una quedada -porque entra en nuestra relación de alguna forma- y nos acaba alimentando a ti y a mí… Y los tres nos retroalimentamos a la vez, porque yo le puedo hablar de escritura o de interpretación o de alguna otra cosa que yo sí tengo más experiencia…
Al final estoy viendo todo cosas positivas de crecimiento. No veo nada malo. Pero nos han educado para que nuestra autoestima esté por el suelo y que todo esto nos genere inseguridades en vez de algo positivo.
P.- ¡Qué bonito! Es curioso porque, cuando has hecho referencia a la parte sexual, has dicho: “si una persona te hace una cosa que te gusta, yo te la podría volver a hacer”. En cambio, en el terreno mental, has hablado de enriquecerse mutuamente según los propios conocimientos. ¿Por qué en el sexo existe esta necesidad de equiparación, cuando podría darse una complementariedad?
R.- Creo que una cosa es más sencilla que la otra. Igual no es tan sencillo que yo atesore conocimientos de física cuántica como para mantener una conversación al mismo nivel que esa persona, pero sí a nivel sexual. Que a lo mejor tampoco, pero sí que es cosa de que probemos, desde la conversación más sincera y transparente posible. A lo mejor me dices tú: “me gustó lo que me hizo él, pero no me gusta que tú me hagas eso”. O me pides que probemos, teniendo la capacidad de decirme “me lo hace mejor esa otra persona. Prefiero que tú me hagas lo que me hacías antes, porque me gusta más como me hacías lo otro”. Al final todo se basa en una conversación sincera.
Lo de la imitación te lo dije porque a mí me resulta más asequible lo del sexo que tener los conocimientos de toda una carrera. Por nada más.
P.- Ok… Me había recordado a un comentario de una entrevista que le hice a un cornudo (consentido) para este proyecto. Me explicó que las primeras veces que su mujer tenía relaciones sexuales con corneadores él intentaba siempre después imitarlos, tras ver la excitación de su mujer con cosas que él no le había hecho jamás. Hasta que un día su mujer le pidió que volviera a ser el marido de siempre -del que se había enamorado-, porque lo otro lo consideraba algo puntual, y a ella le gustaba el original.
R.- Sí… Si es que puede darse esa conversación o la de: “¿Probamos?” Al final es todo hablar.
P.- ¿Y por qué hablamos tan poco?
R.- Yo creo que es miedo… Miedo a las respuestas y a las expectativas que tú tienes de esas respuestas. Al final, estás subestimando muchísimo a esa persona y… lo hacemos un montón, más de lo que desearíamos. Estamos poniendo en esa persona pensamientos nuestros, miedos nuestros… y reacciones -¡supuestas!- que va a tener esa otra persona, basándonos en el miedo nuestro. Nos hace de espejo una situación que ni siquiera existe… La metasituación. Y al final no hablamos por miedo a fracasar.
P.- ¿Tú a qué le tienes miedo, Pablo?
R.- ¿A qué le tengo miedo? Me iría completamente fuera de esta entrevista para decirte a qué le tengo miedo… Yo he vivido sufrimiento mío en mis carnes y a lo que le tengo miedo es que las personas que amo –y siempre me voy a mi núcleo familiar. Y ahora mi familia, aunque no lleve mi sangre, se amplía un montón-… Las personas que yo tengo en mi vida que amo, que sufran. Eso me haría sufrir muchísimo a mí, sobre todo si es algo que yo no puedo controlar, como puede ser una enfermedad.
La mayoría de personas, cuando inician una relación, lo hacen como quien coge un salvavidas y dice: “esto es lo que me va a salvar, lo que va a hacer que sea feliz”
P.- Y volviendo al proyecto de tu libro, ¿qué fue lo que más te sorprendió?
R.- Me sorprendieron muchísimas cosas, pero tal vez de las que más es en lo que nos estamos convirtiendo… Se ha perdido la capacidad de escuchar y, si no se ha perdido, está a puntito de perderse. De repente, haces un proyecto aleatorio en el que sales a la calle con un cartel que pone “Escucho historias de amor gratis”, y te encuentras con que la gente te está gritando en silencio que necesita ser escuchada, que necesita otra vez ese cariño y esa atención y esa generosidad absoluta en la que tú pasas a un segundo plano por completo y la única persona importante allí es la que está hablando.
P.- ¿Hay algo que inicialmente tuvieras ganas de escuchar y no hayas escuchado, o que esperaras del proyecto y no hayas obtenido?
R.- Buf… ¡qué va! No me ha pasado esto porque yo iba con expectativa cero. Y desde el segundo uno que recibí la primera historia ya fue un golpe psicológico de decir “¡Dios mío! No sé a dónde va a llevar esto… No sé si estoy capacitado para absorber todo lo que va a venir.” Porque era un impacto tras otro, lágrimas mías, lágrimas de las otras personas contándome historias… Yo sintiendo cosas que nunca había sentido… Sintiendo cómo una historia de una persona que no conozco de nada y… en menos de tres minutos escuchando a esa persona me puede destrozar dos días de mi vida y me hace replantearme un montón de cosas. Y llega otra persona y… ¡boom! me hace replantearme otras cientos de cosas más. O sea, cada día que pasaba era una bofetada a todo lo que había pensado en algún momento.
¿Cuál es la finalidad de la exclusividad sexual? Yo no le veo ni felicidad ni salud ni nada…
P.- ¿Cuántos días estuviste para hacer el proyecto?
R.- ¿Qué es dedicarme un día al proyecto? ¿Es estar escuchando historias?
P.- ¿Cuántas historias llegaste a escuchar?
R.- ¡Cientos! Pero no sabría concretarte el número. Igual cerca de 300…
P.- ¿Y cómo hiciste la selección para el libro?
R.- Las que más me movían o más me hacían pensar o las que yo veía que cambiaban el patrón cotidiano de lo que era una relación. Cuando yo veía que algo era distinto a una historia chico-chica con unos patrones que son muy repetitivos en la sociedad, intentaba seleccionar esa historia. Y de las más tradicionales, las que más me hicieron reflexionar.
P.- ¿Has tenido feedbackde si esa selección de tu libro también ha hecho reflexionar a otras personas? ¿Te han dicho algo lxs lectorxs?
R.- Pues… sí. El libro una de las características que tiene es que de una forma u otra hace que tú empatices con una historia o con varias y te haga replantearte un montón de cosas, en relación a ti o en relación a las personas que te rodean y tienen historias muy parecidas a las que salen en el libro.
P.- Vamos a hacer un poco de futurología… ¿De qué manera crees que nos amaremos o nos deberíamos amar en un mañana no muy lejano?
R.- Claro, es que son dos preguntas muy diferentes. ¿Cómo nos amaremos? ¡No tengo ni la menor idea! No sé hacia dónde va esta evolución relacional y este consumo abusivo de seres humanos en redes. Porque se han perdido muchísimas cosas, por ejemplo el cortejo o inicio de una relación, y parece que estamos consumiendo personas de una forma un poco deshumanizada.
¿Y cómo me gustaría que nos relacionásemos? Pues me gustaría que la palabra libertad –en el amplio sentido de esa misma palabra- se posicionase lo más arriba posible de cada relación… en todos los sentidos. Al final siempre me voy al proverbio de Buda: Tú, si quieres una flor, la arrancas… Y es lo que pasa en la mayoría de relaciones: todo el mundo quiere a una persona a su lado, y eso hace que sea egoísta… tener una persona a tu lado, en cierto modo sin respetarla. En cambio, el proverbio de Buda seguía diciendo: Si amas una flor, la regarás cada día. Me refiero al concepto del cuidar, y en el cuidar está que respetes todas las decisiones que esa persona tenga que tomar, tengan o no tengan que ver contigo. Porque al final es lo que te comentaba antes de la retroalimentación de una persona que está feliz a tu lado: que a ti te va a aportar cosas muy muy interesantes; al igual que, si está mal, también te puede dañar. Y en el amar no creo que haya sitio para que una persona no sea feliz, porque se hace siempre desde un punto de cuidar a la otra persona.
P.- ¿Y por qué tengo la sensación de que hay tanto sufrimiento en el amor, que tú mismo has dicho que era un patrón en las historias de tu libro?
R.- Porque no se ama de verdad, porque no piensas con bondad en la relación, piensas desde el egoísmo. “Yo lo que quiero es que esa persona esté aquí conmigo, y que sea mía”. Cuando nadie es de nadie. Pero, como las relaciones se trabajan desde el egoísmo, en algún momento que una de las dos personas hace algo que tú no quieres… ¡es un temón muy delicado! O no lo hace… y entonces empieza a vivir una mentira, porque no hace una cosa que está deseando por ti o por lo que esa persona entiende como culpa. O lo hace de escondidas… Sea lo que sea, te estoy hablando de cualquier cosa, como comer donuts y tú hablas de “hay que cuidarse”; por ponerte un ejemplo banal. O acostarse con otras personas. Sea lo que sea, estás reprimiendo algo. Para mí reprimir no suele ser muy positivo.
O lo hace y te acaba dañando a ti porque es una traición desde tu punto de vista de una relación. Por eso yo creo que, si se amase en las relaciones, no habría sitio para esto. Pero como no se ama, sino que se quiere y se trata las relaciones desde un punto de vista egoísta, al final acabas entorpeciendo mucho lo que debería de ser muy fluido y natural.
P.- ¿Y cómo casan la libertad absoluta de la que hablabas antes con el egoísmo?
R.- No casan ni casarán nunca. Se pelearán.
P.- ¿No crees que mucha gente lo acaba confundiendo y, en nombre de la libertad absoluta, acaba siendo egoísta?
R.- Sí… pero, claro, es un tema a trabajar por esa persona. Una de las cosas que casi nunca hace nadie en una relación es plantearse las responsabilidades que tiene. Cuando se rompe una relación, es muy difícil que una persona se posicione en su culpa y en su responsabilidad, ¿no? Siempre es escupir hacia la otra persona: “porque ha dicho esto, porque ha hecho esto, porque me ha hecho, me ha hecho, me ha hecho…”Todos estos me-ha-hecho tienen por detrás una parte que es tuya, que es permisiva tuya o que ha accionado estos hechos, porque tú tuviste algo que ver también. Hay una parte que siempre es de los dos. Al final es 50-50 en una relación. Pero nadie desde su humildad se para y dice “vale, aquí hay algo que es culpa mía”. Hay siempre algo que es tuyo y tienes que hacerte responsable de eso.
¿Cómo nos amaremos? ¡No tengo ni la menor idea! No sé hacia dónde va esta evolución relacional y este consumo abusivo de seres humanos en redes
P.- En línea con planteamientos críticos como el de Brigite Vassallo, ¿qué crees que deberíamos hacer para que el poliamor no acabe siendo una suma de monogamias, sino una revolución y restructuración de los afectos?
R.- ¿En qué sentido? ¿Una persona monógama que decide ser poliamorosa? ¿A qué te refieres?
P.- En general… es decir, ¿cómo tiene que cambiar la manera de relacionarnos para no ser más de lo mismo aumentando solo el número de personas?
R.- Yo creo que va otra vez –y espero no ser redundante- en el tema de cuidar: cómo tú tratas a las personas y cómo te tratan a ti. Yo creo que hay varios puntos en una relación que son fundamentales, y uno es la sinceridad.
Seguro que lo has escuchado alguna vez: “Yo tengo múltiples relaciones. Yo también soy poliamoroso”. Pero una cosa es que tengas varias personas con las que te acuestas de forma esporádica y que no mantienes ningún tipo de vínculo más allá de ese momento sexual, y otra cosa son personas con las que tú compartes lo que quieras a todos los niveles. Depende de la importancia que tú le des a la piel, claro, pero para mí la piel no es tan importante como compartir un trauma que yo tuve cuando era niño. Y esto es una relación poliamorosa, al fin y al cabo.
Cuando se habla de poliamor o multi-relaciones, se está metiendo todo el rato el sexo en el saco, y yo no creo que tenga que haber sexo para tú tener una relación. Para mí la relación que yo tengo con mis amigos es como la que te comentaba antes del tío aquel con sus sobrinos: esa relación de afecto y de cuidado y de respeto… ¡es una relación! Lo que pasa es que la gente confunde una relación sana, de cuidado, de admiración, de sinceridad, en la que tú verbalizas todo lo que sientes y cómo lo sientes y se habla de cualquier tema sin ningún miedo a nada… se confunde con esto otro de yo quiero tener sexo esporádico con muchas personas sin tener ninguna responsabilidad y sin tener que cuidar a nadie; independientemente de que las expectativas de las personas sean distintas sobre lo que significa cuidar y ser cuidado.
Yo creo que va muy por ahí, que para no cometer errores o para que esto sea lo mas sano y bonito posible, tiene que haber sinceridad, tolerancia, respeto, admiración… por todas las personas con las que tú te relaciones. ¡Y presencia! Presencia no solo de que esté delante de ti, sino de que tú sientas que cuando necesitas a esa persona, va a estar ahí, sin ni siquiera accionar. Sé que esto va a sonar muy abstracto: yo cuando pienso en una persona con la que tengo una relación, sin llegar a llamarla, yo sé qué personas están ahí. Y esto es algo que quizá no es sencillo de explicarlo, pero es una sensación de que las personas que yo amo, que tengo en mi vida, sé que van a estar ahí cuando realmente las necesite.
P.- Cuando hablas de relaciones en tu entorno más cercano, ¿difiere mucho tu visión de la del resto?
R.- La mayoría de personas con las que me relaciono –y me muevo en ambientes muy dispares- siguen estando educadas con los parámetros educacionales que nos han inculcado a todos, en lo que se refiere a sociedad, cultura, religión… ¡todo! Todos tienen ese mismo código educativo, aunque siempre hay alguna persona diferente. Pero lo normal que me puedo encontrar cuando verbalizo cómo veo yo las relaciones es un ataque y un intento de buscar las fisuras en mi planteamiento relacional… ¡o incluso intentar crearlas! Y es algo que en muchas ocasiones cansa, porque estoy harto de tener que estar defendiendo todos los días por qué mi forma de relacionarme es buena para mí. Ya no estoy diciendo que sea buena para el resto –cada uno que haga lo que le apetezca cuando le apetezca.
No me gustan las etiquetas, pero podría decirse que mi forma de relacionarme se acerca al poliamor. Cuando hay alguien que me interesa y me gustaría relacionarme con esa persona, yo siempre le verbalizo de antemano cuál es mi planteamiento, y el 90% de las veces obtengo un fracaso, porque no están dispuestas a mantener ese tipo de relación –o ningún tipo de relación- conmigo. Eso para mí es bastante violento, porque muchas veces pierdes hasta la oportunidad de generar una amistad con esa persona, cuando para mí una amistad es una relación, pero el resto no lo ven como tal, sino como un acercamiento que les puede resultar perjudicial.
P.- ¿Por qué siempre ponemos el sexo en la cúspide de una relación y le cerramos la puerta al resto de opciones cuando no nos lo dan?
R.- Yo creo que es cuestión de expectativas. El sexo, en líneas generales, está muy sobrevalorado. Extremadamente sobrevalorado. Tendría que analizar un poco más el impacto del sexo en nuestra sociedad pero, si el sexo es una de las cosas que más dinero genera en nuestro planeta, es por algo.
P.- Si te plantaras a escuchar historias de sexo, ¿crees que la gente te las contaría con la misma naturalidad que te contó historia de amor?
R.- No. La iglesia tiene un peso muy importante en nuestra educación y eso está muy presente en nosotros, y hace que tratemos el sexo con culpa y como un gran tabú. Eso influye mucho en que tú no hables de algo tan bonito y tan natural como el sexo con la misma libertad que hablas de algo como el amor. Al final es marketing y publicidad.
P.- ¿Había sexo en tus historias de amor?
R.- Había mucho, pero… cuando alguien me empezaba a contar su historia y había un momento sexual, mira si es tabú que la mayoría de las personas, en el momento de decir: “y empezamos a follar como salvajes”, por ejemplo; decían: “y bueno… entramos en la habitación… y pasó lo que tenía que pasar…” En vez de decir follar, le metí la polla hasta las orejas, disfrutamos muchísimo, me comió el coño y me corrí como hacía años que no me corría… En vez de utilizar todo este tipo de expresiones que, desde mi punto de vista, son muy enriquecedoras para una historia, dicen “y pasó lo que tenía que pasar”, y esta frase substituye al resto. Y a lo mejor te dan un montón de detalles del resto de la historia: aromas, texturas, tonalidades de una puesta de sol… pero la textura de un clítoris nunca la escuché en una historia de amor.
P.- Cuando entrevisté a Jorge Ferrer, me dijo que el sexo había que sacralizarlo de nuevo, por un lado, y desacralizarlo, por otro. ¿Tú qué piensas de esto?
R.- Estoy muy de acuerdo. Muchísimas personas ni siquiera se tocan y, por ese lado, pondría el sexo en un altar, porque te puede dar cosas realmente maravillosas para tu día a día. El sexo segrega ciertos componentes en tu cabeza que hacen que estés más feliz. Es así. El sexo es algo maravilloso. Pero por otro lado también hay que darle la importancia que tiene y no hacer que sea tan importante como para que una relación de amistad -con los matices que tiene una relación de amistad a día de hoy- no se vea afectada si entra el sexo de por medio. Mucha gente diría: “yo con mis amigos no me acuesto”. Y mi pregunta es: “¿pero, por qué?, ¿qué cambia, si dejas que te acaricien o te den unos besos? ¿Tienes una piel diferente en tus genitales que en tu cara?” No lo entiendo. ¿Qué pasa? ¿Qué solo nos involucramos a nivel sentimental cuando hay sexo? Escuchaba el otro día a un chico que decía que, cuando hay sexo, entran en juego más sentimientos. ¿Y cómo amigo, no te involucras? Si hay penetración, le regalas tus sentimientos, pero a una persona a la que le das un abrazo porque está llorando en el sofá, no. Aquí es donde me toca los cojones que el sexo esté en ese altar.
La textura de un clítoris nunca la escuché en una historia de amor
P.- Para finalizar, ¿me regalarías alguna anécdota de tu libro que te tocara especialmente?
R.- Hubo una que me marcó especialmente. Va en relación al tiempo, al que no le damos la importancia que merece en nuestras vidas, aunque hablemos continuamente de él. De aquella historia me quedé con la percepción del tiempo… El chico que me la contó era técnico de ambulancias. Rondando la navidad, habían dado una aviso de un accidente en la M-30, y él fue. Cuando llegó se encontró un coche empotrado contra una columna con una chica dentro. El coche, tal y como había quedado, no permitía a la chica salir ni moverse, pero él tenía acceso para poder entrar. Necesitaba esperar a que vinieran los bomberos para poder cortar ciertas partes de metal del coche. Así que pidieron que alguien entrase a mantener una conversación con la chica mientras los bomberos llegaban y actuaban. Y él se prestó.
La chica le dijo que estudiaba periodismo en Madrid, le dijo su nombre y empezaron a mantener una conversación… Una conversación que a lo mejor duraría unos treinta, cuarenta minutos. La chica al principio estaba súper nerviosa y le dijo que nunca le había pasado esto, que se le fue el coche porque había llovido y resbaló… y lo repetía un poco en bucle sin saber muy bien qué decir. Y nada… poco a poco, la situación se fue calmando más y llegó un punto en que ella le preguntó: “¿tienes novia?” Y él le dijo que no y le preguntó a su vez: “Y tú, tienes novio?” “No, pues la verdad es que tampoco…” Y al final ella le dijo: “podríamos quedar un día e ir a tomar algo”. Él le dijo que le parecía genial y que, cuando llegaran al hospital, lo hablaban con calma. Bueno, al final, los bomberos consiguieron sacar a la chica del coche, pero ella, por las heridas que tenía, empezó a empeorar y murió en la ambulancia a un kilómetro de llegar al hospital.
Él me dijo que su percepción había sido que podría haber tenido una relación con ella, porque vio que la energía que fluía no era un simple hablar por hablar. Y nunca supo lo que podría haber ocurrido en esa cita. Podría haberse creado una relación X o una amistad para toda la vida. Él me dijo que jamás, jamás en su vida se olvidaría de ella. Se llamaba Marina. Y yo me quedé con que cuarenta minutos de tiempo pueden acabar siendo una eternidad, pueden acabar siéndolo todo en la vida de una persona que nunca se olvidará de esa chica. Y muchas otras relaciones que duran toda una vida compartiendo de todo no valen ni cinco minutos de esa relación que tuvo ese chico. Por eso al final el tiempo para mí es algo fundamental.