Aunque aún no tengo muy claro qué es lo masculino y qué es lo femenino, necesito poner sobre la mesa este debate. A las personas, por el simple hecho de nacer con unos genitales determinados, se nos pone una etiqueta binaria que solo puede ser “hombre” o “mujer”. Cualquier indefinición, estado intermedio o tercera opción es inaceptable y patologizada de inmediato.
Según la etiqueta que nos pongan al nacer, se espera de nosotrxs que nos comportemos de una manera muy determinada: pudiendo ser más brutos y viscerales o debiendo ser más recatadas y delicadas; haciendo bandera de la sexualidad o limitándonos a ser un objeto de la misma; pudiendo liderar el mundo o esperando a que nos sometamos a él… Y así podríamos seguir hasta el infinito.
Cuando estas etiquetas se vinculan a los afectos, de lo femenino se espera el cuidado, la comprensión, el maternaje, la culpa y el perdón. De lo masculino, la iniciativa, la fuerza, la ausencia de miedo, la libertad y la ocultación de sus emociones. Así que, cuando lo masculino y lo femenino se relacionan entre sí, se genera un desequilibrio bastante evidente; apoyado por las creencias y comportamientos predominantes de nuestra sociedad.
Uno de los aspectos que más me sorprende es lo poco que se cuestiona la necesidad de romper con estos clichés de género en el mundo de las no-monogamias. Sobre todo teniendo en cuenta que, si los perpetuamos, difícilmente podremos amar de otra manera.Quizá podamos tener relaciones múltiples; ahora, bien, multiplicando los defectos de la monogamia heteropatriarcal.
Por economía lingüística, de ahora en adelante utilizaré el concepto hombre para referirme a cualquier persona socializada como tal o que se sienta así, independientemente de sus genitales. Y lo mismo para el concepto mujer. Porque los clichés de género siguen bastante presentes en personas trans, en parte justificado por su necesidad de ser reconocidxs como aquello que les dicen que no son.
En los casos que analizaré a continuación parto siempre de un vínculo – generalmente primario- entre un hombre y una mujer, que a su vez pueden tener otras relaciones sexoafectivas con hombres y/o mujeres. Para mí el poliamor, en realidad, no va de eso, sino de relacionarnos de manera cualitativamente distinta, rompiendo con el binomio de pareja hombre-mujer y dando valor a todo tipo de vínculos, no solo los sexoafectivos. Y que de esta manera reforcemos el tejido social, estemos más unidxs y nos queramos más (disminuyendo paulatinamente la competición absurda y constante a la que nos somete la sociedad capitalista).Dicho esto, no podemos ignorar que llevamos muchos años de herencia monógama a las espaldas y creo que de momento el modelo más común de lo que se suele llamar poliamor va de cuestionar, pero no mucho, el vínculo monógamo heteropatriarcal. Quizá no sea lo más revolucionario, pero es una realidad que no podemos obviar. Al contrario, precisamente siendo críticos con ella podremos ir poco a poco más allá.
si perpetuamos los clichés de género, difícilmente podremos amar de otra manera
Clichés de género y metamores
Tengo la suerte de conocer maravillosas excepciones a esta norma, pero estoy cansada de ver cómo las mujeres son siempre las que mayor comprensión muestras con sus metamores (las relaciones de sus relaciones); las que más se interesan por conocerlxs, por no dañarlxs y por acceder a encuentros sexuales con otras mujeres (aunque no sean bisexuales).
En cambio, de los hombres, aunque respeten a sus metamores, no se espera que muestren un interés innato por conocerlos en persona, por preocuparse por ellos y, mucho menos, por meterse en la cama con ellos. Los tríos, ya se sabe, son cosa de un hombre y dos mujeres. Porque nadie cuestionaría jamás la orientación sexual o feminidad de una mujer por acostarse con otra, pero la heterosexualidad y masculinidad de cualquier hombre se vería irreversiblemente dañada por compartir un buen polvo con otro.
Clichés de género y sexualidad
Siguiendo con el tema de la sexualidad, incluso en las no-monogamias, se entiende mucho mejor el apetito sexual del hombre que el de la mujer, de quien se presupone que debe ir al compás del primero.
De él se cree que tendrá más vínculos puramente sexuales y de ella que predominarán las relaciones románticas y los cariñitos. Él mayoritariamente se relacionará con mujeres, y de ella se agradecerá que haga lo mismo. Porque en el gallinero solo debe haber un gallito, aunque sea un corral consentidamente abierto.
Las mujeres sexualmente liberadas siguen dando mucho miedo, porque se conocen bien, saben lo que quieren y no temen decirlo con la voz bien alta. Quiero matizar, por si no queda claro, que la liberación sexual no tiene nada que ver con la cantidad o tipo de sexo que se tenga, sino con la coherencia con los propios deseos y necesidades sexuales.
de momento, el modelo más común de lo que se suele llamar poliamor va de cuestionar, pero no mucho, el vínculo monógamo heteropatriarcal
Clichés de género y culpabilidad
En caso de fricción en una relación, la mujer debe fustigarse por defecto y asumir cualquier culpa que se le impute, incluso la que no entienda de dónde emerge. La culpa es algo de chicas y, ya que estamos acostumbradas a ella, para qué vamos a quitárnosla de encima. Además, existe la absurda creencia de que no asumir una culpa que no nos corresponde equivale automáticamente a culpar al otro. Cuando quizá nadie se merezca esa carga.
La culpa suele substituir al debate sereno, al análisis de la situación y el aprendizaje. Es una forma rápida de encontrar una víctima y un verdugo y pasar a la siguiente fase sin afrontar nuestros miedos o debilidades.
Por otro lado, si tenemos en cuenta, como comentábamos antes, que a la mujer no se le permite ser dueña de su sexualidad, el simple hecho de no practicar la exclusividad sexoafectiva puede ser motivo de culpabilidad. Por estar haciendo algo que no toca…
Clichés de género y cuidados
Si hay otro aspecto que también se deja en manos de las mujeres es el de los cuidados. La mujer, cuya finalidad en esta vida es ser madre (porque, si no, una no se sentirá jamás realizada), parece que nace con eso del cuidado de serie.
Pero, atención, porque ese cuidado que nos corresponde debemos ofrecerlo siempre al prójimo, nunca a nosotras mismas. No vaya a ser que nos queramos demasiado y nos empoderemos más de la cuenta…Y, además, como cuidar es cosa nuestra, al hacerlo no debemos esperar nada a cambio. Ya se sabe, dar sin recibir, sin rechistar y sin límite.
Y este aspecto, que ya traté en un artículo sobre libertad individual y responsabilidad afectiva, me parece especialmente importante en un marco no-monógamo. Porque cuidar a una única relación ya es bastante trabajo, pero hacerlo con varias sin recibir cuidados por parte de ninguna de ellas multiplica la violencia contra la mujer, dispara la frustración y genera muchísima desigualdad.
todos los clichés tienen su zona de confort y su parte incómoda
Horizonte no-monógamo
Derribar los clichés de género y dejar de asociarlos con los genitales con los que nacemos es una tarea ardua y no creo que consiga verla realizada. Pero espero ver cambios significativos que nos ayuden a avanzar. Y no solo verlos, sino contribuir a conseguirlos. Con mi día a día, a base de ensayo y error. Compartiendo reflexiones como esta, que no pretenden sentar cátedra, sino generar debate. E intentando identificar cuándo actúo por iniciativa propia y cuándo marcada por lo que la sociedad espera de mí, aunque a veces esté tan arraigado que no sea capaz siquiera de verlo.
Este artículo puede dar la impresión de que las mujeres nos llevamos la parte mala y los hombres solo la buena –que en parte es así, no nos engañemos-, pero todos los clichés tienen su zona de confort y su parte incómoda. Asumir un rol más activo en según qué aspectos implica riesgo, y renunciar a ciertos privilegios se convierte en un terreno pantanoso. Así que los cambios nos conciernen a todxs, y serán duros y a largo plazo.
Cuestionemos todo lo incuestionable y, una vez creamos que ya tenemos la respuesta correcta, volvamos a ponerla en duda. Porque jamás habrá una única solución válida, y tenerlo presente nos ayudará a pensar de manera más crítica.
Aspiro a vislumbrar un horizonte no-monógamo de relaciones libres. No sé siquiera lo que eso significa, pero sí tengo claros algunos yugos que podemos quitarnos de encima. Así que todo es cuestión de comenzar por ahí, a la espera de nuevos retos.
P.S.1 Todo este artículo está escrito desde una visión de mujer cis, no-monógama y bisexual, así que pido disculpas de antemano por todos los puntos de vista y realidades que no soy capaz de vislumbrar. Estaré encantada de que los añadáis en la sección de comentarios o me escribáis por privado algún mensaje.
P.S.2 Las fotos que ilustran este artículo las he encontrado buscando los términos “masculine” y “femenine” en un banco de imágenes libres de derechos de autor… Y creo que refuerzan aún más la obviedad de los clichés que imperan en nuestra sociedad.