Las tiendas eróticas tienen una clientela diversa -como muchos otros comercios-, y es precisamente esa variedad lo que las convierte en un lugar tan interesante. Porque al fin y al cabo, no nos engañemos: la oferta de un negocio siempre se ajusta a su demanda.
Si todas las personas afrontáramos la sexualidad de la misma manera y tuviéramos los mismos gustos, la juguetería erótica no sería tan variopinta ni divertida. No obstante, si quisiéramos realizar un retrato robot de los clientes más habituales, podríamos tener en cuenta los siguientes rasgos y características:
El sabelotodo. Como su nombre indica, conoce al dedillo todos los artículos del sexshop (o hace ver que los conoce). Nunca pide consejo y, si le intentas explicar alguna cosa, te corta enseguida para dar su opinión al respecto y demostrar que ya sabe de qué le estás hablando. Tiene anécdotas para todos los productos y nunca viene solo, porque en el fondo a quien quiere demostrar sus dotes y conocimientos no es a ti, sino a la persona que le acompaña (a quien intenta deslumbrar con tanta sabiduría sexual para llevarse al catre).
El tímido. Suele ser un cliente primerizo, aunque no siempre sea así. Es fácilmente reconocible porque revisa constantemente que nadie le esté mirando mientras entra, sale o realiza su compra. Habla tan bajo que necesitas llevar un Sonotone solo para él. Cuando se anima a llevarse algún juguete, te pide que le quites el packaging y que se lo envuelvas discretamente. Prefiere perder la garantía del producto de esta manera que arriesgarse a que alguien intuya el contenido de su bolsa de la compra. Hay que reconocer que se trata de un cliente muy entrañable, porque supera su timidez y sus reparos iniciales para avivar su vida sexual.
El ‘voyeur’. Hay dos grandes tipos de voyeur de sexshop: el discreto voyeur fetichista (mira sin decir nada) y el de la risa floja (que suele venir en grupo y todo le produce un ataque de risa nerviosa). El voyeur viene con tiempo y se remira todos los productos, especialmente los que tienen un packaging con foto. Si la ocasión lo merece, saca las gafas de su bolsillo para poder contemplar con mayor precisión todo tipo de detalles. Si le ofreces ayuda te contesta que simplemente está dando un vistazo. No suele comprar nada.
El consejero. Siempre va de paquete. Suele acompañar a un cliente tímido o primerizo e intenta animarlo para comprar ese juguete con el que tanto sueña, pero que no se atreve a adquirir. Finalmente lo que suele ocurrir es que el aconsejado prefiera pensárselo con más calma y el consejero, que no tenía previsto gastarse nada ese día, acaba llevándose algún juguetito a casa más feliz que una perdiz.
El reincidente. Cual adepto de Apple haciendo cola durante toda la noche para conseguir el iPhone 7, el reincidente o eroticism victim necesita estar a la última de toda la juguetería erótica. Tiene las ideas muy claras y va directo a por lo que busca. Es un tipo de cliente que invierte dinero en su vida sexual (un auténtico reincidente jamás utilizaría el verbo ‘gastar’). Le gustan las marcas y se pirra por las últimas novedades del mercado. Le encanta comentar todas las prestaciones que ofrece cada modelo de juguete o producto erótico.
El entrometido. Da la sensación de que viene a comprar solo para conocer tu vida sexual. Sea cual sea el producto por el que se interesa te pregunta si lo has probado, si te gusta, qué modelo prefieres, cuál te da más placer… Dan ganas de responder como los trabajadores de las tiendas de moda: «Justo tengo ese modelo en casa y sienta de maravilla». Bueno, con según qué tipo de preguntas, lo que en realidad dan ganas es de mandarlos de paseo, pero la paciencia nació para ayudarnos a contar hasta tres y respirar antes de cometer cualquier crimen.
El integrado. No sabía muy bien cómo denominar a este tipo de cliente (el más común). Se trata de una persona educada, que vive el sexo con naturalidad –con más o menos tabúes-; pregunta cuando tiene dudas, te da su opinión sobre algunos productos que ya ha probado y, en definitiva, entra a una tienda erótica como quien entra a echar un vistazo a una zapatería. A veces compra, otras no, pero no se siente un bicho raro ni un pervertido por entrar por la puerta.
P.D.: A lo largo del artículo he hablado de los perfiles de clientes en masculino por economía lingüística y para no saturar constantemente al/ a la lector/a con este tipo de escritura tan engorrosa. No obstante, aunque el negocio del sexo continúa estando muy vinculado a los hombres, las mujeres acuden cada vez más y con menos complejos a las tiendas eróticas. Y en muchos casos, me atrevería a decir –sin estadísticas en mano-, son el tipo de clientes más habituales.
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