El pasado 25 de mayo participé en una mesa redonda sobre poliamor y familia en el marco del EroStreet Festival, un evento anual de Barcelona sobre sexualidad y erotismo con talleres, perfos, charlas y standsde todo tipo.
Lo primero que hice al recibir la propuesta fue contestar: ¿Sois conscientes de que yo no tengo familia? Y ese propio argumento mío me sirvió de hilo conductor para ir desgranando todas las preguntas que empezaron a brotar de mi cabeza.
Me di cuenta, nada más abrir la boca, de que estaba asumiendo automáticamente que el concepto “bueno” de familia –o el concepto en sí, sin más- es el de tener descendencia y compañerx(s) de co-crianza, con quienes te relacionas bajo un mismo techo y con unas dinámicas socialmente preestablecidas. Y, claro, lo más parecido a eso que yo tengo son dos gatos peludos, que son muy entrañables (y seguramente poliamorosos), pero que quedan muy lejos del marco mental de familia que estaba contemplando.
Así que, en un momento en que intentamos tumbar al patriarcado, buscar nuevos modelos de relación, deconstruir la masculinidad y revindicar la necesidad del feminismo, cuestionando constructos sociales sobre el amor, la pareja, los roles de género, etc., etc., etc., yo me pregunto… ¿qué pasa con el concepto de familia? ¿Por qué nadie lo pone en duda?
Si no convives con alguien con quien follas ni tienes pareja principal ni hijxs (ni intención de tenerlos) y hace muchos años que dejaste de recoger tuppersen casa de tu madre y llevarle la ropa sucia los domingos, ¿no tienes familia? ¿Estamos restringiendo el concepto de familia a la existencia de un vínculo sexoafectivo reproductor (aunque luego no se tengan hijxs)?
Tengo la sensación de que seguimos pensando que familia son solo aquellas personas que conviven y comparten genes, economía, dinámicas y rutinas. Seguimos partiendo casi siempre del concepto de pareja (poliamorosa) como núcleo del átomo familiar, en vez de partir de la persona individual como eje de este debate. Y eso genera unas dinámicas muy concretas.
Los vínculos poliamorosos principales parecieran los únicos capaces de formar familia, a diferencia de otros modelos de anarquía relacional o poliamor más horizontal. Es evidente que la consideración de un vínculo como “prioritario” ya denota un interés más familiar, pero analizándolo desde mi caso particular (que vivo sola y, a pesar de tener ciertos vínculos más estables que otros, no comparto rutinas con ninguno de ellos), ¿se supone que no tengo familia?
Este debate –como todos los que salen de mi cabeza- es una paja mental que se va respondiendo y contradiciendo a sí mismo según lo enuncio. Pero aún así, necesito ponerlo sobre la mesa. Porque ya sé que al final familia es lo que unx considere familia, independientemente de los vínculos sanguíneos, pero quiero centrar esta reflexión en la concepción social general sobre esta sacrosanta institución.
¿qué pasa con el concepto de familia? ¿Por qué nadie lo pone en duda?
El concepto de familia en las no-monogamias
¿Está traspasando y superando la no-monogamia el concepto de familia? Yo creo que no, que mayoritariamente sigue siendo el fin último de nuestra existencia: formar una familia, aunque sea poli. Y sé que el motivo de muchas personas para ello reside en no terminar solxs el resto de sus días. Pero entonces me vuelvo a preguntar: si la no-monogamia va de vincularnos de manera cualitativamente distinta y en red, ¿sigue siendo la familia un sostén necesario? Si nos apremia la necesidad de formar una familia, ¿no es por qué en el fondo seguimos reproduciendo el esquema monógamo, aunque podamos tener más relaciones sexoafectivas a la vez?
Tampoco quiero decir con todo esto que formar una familia sea algo negativo, ni muchísimo menos. E incluso muchas veces me pregunto dónde está el límite de la deconstrucción. Pero quiero visibilizar hasta qué punto para determinadas personas se trata de un trámite más de su “contrato vital”, que acepta sin cuestionarse y sin que le haga especial ilusión. Toca hacerlo. Y punto.
Familias poli y roles de género
Tengo serias dudas de si las no-monogamias están siendo capaces de superar los clichés y roles de género asociados a la familia y al concepto de género hombre/mujer (tareas del hogar, cuidados, mantenimiento económico…), o si en cambio los repiten con más personas en la ecuación.
También me pregunto si estamos revisando los roles de maternidad y paternidad, y si la crianza permite “ejercer” la no-monogamia a una mujer, o esta pasa a ser “madre a tiempo completo”. En cambio, en el caso de hombres no-monógamos, ¿qué cambio infringe en sus rutinas sexoafectivas la paternidad? Y, en general, ¿hasta qué punto, una vez se tienen hijxs, conducimos nuestras vidas hacia la monogamia por presión social?
Creo que la culpa –sobre todo en el caso de las mujeres- de no llegar a ser “buenas madres” ejerce una presión tremenda a la hora de seguir ejerciendo en libertad los afectos y la sexualidad; como si mantenerse en contacto con el placer fuera incompatible con una crianza responsable.
Por otro lado, ¿por qué seguimos pensando que el mejor vínculo para criar es un vínculo sexoafectivo y no de mera amistad, por ejemplo? ¿Por qué no valoramos otros factores (confianza, idea de crianza y valores educativos comunes) a la hora de “formar una familia”? ¿Ayudaría esto a liberar más a la mujer?
A la complejidad de estas preguntas se suma que, si ya es difícil salir del armario como persona individual, aún lo es más como familia (sobre todo por proteger a la prole), así que es especialmente difícil responder empíricamente a estas cuestiones, por los pocos datos que se tienen de casos así.
¿Permite la crianza “ejercer” la no-monogamia a una mujer, o esta pasa a ser “madre a tiempo completo”?
Elisabeth Sheff, doctora en sociología norteamericana, realizó un estudio de familias poliamorosas entre 1996 y 2012. Entrevistó a 133 personas, incluyendo a 22 jóvenes entre los 5 y 17 años. Los datos más relevantes de este estudio se pueden consultar en el librito Apuntes sobre poliamor, publicado en español por la editorial Continta me tienes[1].
Sheff no entra a analizar los roles de género ni la división de tareas asociadas a ellos, pero apunta: “Varias personas adultas pueden aportar más cuidados, experiencia vital, apoyo y modelos de conducta a esas criaturas. Aunar sus recursos también permite que esas personas tengan más tiempo libre, trabajen con un horario más flexible y puedan dormir más, porque hay varias personas alrededor para cuidar de las criaturas. Las familias poliamorosas comentaron que tenían más paciencia y energía para la crianza cuando descansaban bien y tenían ingresos suficientes, lo que terminaba beneficiando a su descendencia.”
Es evidente que, si una familia poliamorosa se organiza bien, puede tener mayor facilidad para gestionar el día a día, por todos los factores que comenta Sheff. Pero yo vuelvo de nuevo a lo que más me preocupa: ¿Estamos siendo capaces de cambiar la sociedad machista y heteropatriarcal en la que vivimos con nuevos modelos de familia o nos estamos limitando a sobrevivir como podemos dentro de ella, intentando no hacer mucho ruido para no sufrir la violencia estructural que eso supondría?
Entiendo perfectamente los armarios y la dificultad de estos cambios, pero hacernos preguntas y compartirlas en espacios como este o la mesa redonda del EroStreet nos ayuda a compartir miedos, dudas, “buenas prácticas”, y a sentirnos menos solxs y empoderarnos colectivamente.
Recuerdo que durante la charla una persona del público nos recriminó por utilizar la expresión “salir del armario”. Según él, no hacía falta salir de ningún sitio y hablar así nos aísla aún más. Él comentó que su entorno, incluida su hija desde bien pequeña, eran conocedores de su manera de enfocar las relaciones y que nunca había tenido ningún problema.
Yo a esta persona le felicité por su situación, remarcándole que era evidente que él gozaba de unos privilegios que otras muchas personas no tienen. A lo que él me volvió a contestar que quien se encierra en un armario es porque quiere… He de decir que no llegamos a un punto de acuerdo porque nuestras visiones eran muy dispares, pero el ejemplo me sirve para plantear cómo podemos abrir puertas –desde el privilegio- a los que no pueden hacerlo. ¿Es suficiente con debatir y visibilizar la problemática? ¿Qué responsabilidad tenemos en todo esto?
Los engaños, las relaciones tóxicas y los divorcios son considerados como algo “normal”, pero conformar un nuevo modelo de familia, con una concepción abierta del amor y la sexualidad, es algo terrible que esta sociedad monógama, machista y heteropatriarcal no va a aceptar así como así.
La crianza en una familia poliamorosa
En el debate sobre familias poli la gran preocupación gira en torno a lxs hijxs. ¿Cómo hacer para que no sufran? ¿Qué decirles? ¿Cuándo hacerlo? ¿Quién debe participar en la crianza? Y otras tantas dudas de familias sin referentes con que guiarse.
Sheff, en referencia a las criaturas menores de cinco años, comenta: “Con esa corta edad, su familia es algo que dan por hecho, porque es todo lo que conocen. Hasta el momento en que descubren que las familias de otras personas son diferentes, no piensan en su familia como algo poco común. Cuando son tan jóvenes podrían no necesitar ninguna explicación en absoluto sobre el poliamor.”
En otros tantos recursos sobre poliamor, se suele comentar muchas veces que lo ideal es ofrecerles a tus hijxs la información que quieran saber y puedan gestionar. Ni más ni menos. Pero a este respecto, en la mesa redonda, alguien hizo un comentario muy interesante: ¿Qué pasa si nunca preguntan y cuando tú decides darles la información por iniciativa propia ya es demasiado tarde? ¿Estamos perdiendo la oportunidad de cambiar las cosas, de abrirles la mente desde pequeños, por esperar a que muestren interés?
Personalmente, creo que comportarse con naturalidad en una familia poli ya es una manera de abrir la mente de la prole, porque no solo captan los mensajes verbales, sino que entienden desde bien pequeñxs toda la escena no verbal de su familia. Y también considero que, aunque no pregunten mucho, debemos darles herramientas para poder enfrentarse a una parte del mundo que les va a decir que lo suyo “no es normal”, y poder lidiar con toda la violencia inherente a ello.
Otro de los temas que más preocupación despiertan sobre las familias poliamorosas es a quién presentar como parte de la familia y a qué personas dar entrada en la co-crianza de la prole. Evidentemente eso es algo muy personal y bastante complejo, porque la co-crianza no va de ser el tío o la tía guay que consiente un ratito el fin de semana, sino de co-criar en términos de tiempo, esfuerzo, manutención económica, tareas del hogar asociadas a ellxs, etc., etc.
Me sorprende que uno de los ataques más recurrentes para criticar a las familias poli sea decir que lxs niñxs pueden traumarse de ver tantas “entradas y salidas” en la familia. Primero, porque se sigue pensando que esto va de orgías permanentes en casa (ojalá) y de un grado de compromiso igual a cero, que hace que vayan desfilando partenaires cada dos por tres.
En cambio nadie considera tan traumático las sucesivas parejas monógamas de una persona divorciada o una familia monoparental. Ni los divorcios o separaciones monógamas con un alto grado de toxicidad; por no hablar de los efectos que puede tener una pareja que no se soporta pero decide seguir con su relación, “por el bien de sus hijxs”. Nada de eso es tan horrible como decir en el cole que tu familia es una trieja bien avenida.
Los engaños, las relaciones tóxicas y los divorcios son considerados como algo “normal”, a pesar del efecto que puedan provocar en la crianza, pero conformar un nuevo modelo de familia, con una concepción abierta del amor y la sexualidad, es algo terrible que esta sociedad monógama, machista y heteropatriarcal no va a aceptar así como así. Porque supone revisar demasiadas cosas que no les interesan que cambien.
Además, en todo el debate de familias monógamas vs. familias poliamorosas no se está teniendo en cuenta la diferencia entre lo que el término monogamia implica (una relación de por vida o al menos a largo plazo con una única pareja sexual) y lo que realmente se está practicando (monogamia en serie y una “aparente” monogamia combinada con infidelidades que se intentan tapar a toda costa)[2].
Conclusión
No tengo ninguna conclusión a la que llegar, más allá de la necesidad de replantearnos muchísimas cosas en torno a este debate. Seguir haciéndonos preguntas y aprendiendo de lo ajeno. Porque todo ello ayudará a visibilizar la gran variedad de modelos de familia existentes. Creo que, como en muchos otros aspectos, todo pasa por revisar los privilegios, los roles e identidades de género, y ejercer el pensamiento crítico, entre otras cosas.
Pero por aquello de barrer para casa, voy a concluir esta reflexión con una referencia a otra publicación de Elisabeth Sheff[3]. La socióloga argumenta que aquellas familias poliamorosas que son especialmente flexibles y resilentes, expertas en navegar por las corrientes resbaladizas e impredecibles de la vida familiar posmoderna, han desarrollado, practicado y perfeccionado una serie de habilidades que pueden ayudar a las familias monógamas a ser más exitosas; especialmente a las familias “combinadas” (que incluyen padres e hijos de relaciones actuales y anteriores).
Los superpoderes[4]de este tipo de familias poliamorosas, según Sheff, son:
1) la capacidad de mantenerse en contacto a lo largo del tiempo a pesar de las transiciones familiares (como rupturas o divorcios),
2) un comportamiento basado en un sólido fundamento ético (que hace hincapié en la honestidad, la apertura, la igualdad, la compasión y la responsabilidad individual)
3) habilidades de comunicación y flexibilidad en la negociación.
Ojalá habitar en un mundo en el que cualquier modelo de familia fuera respetado por igual, sin entrar en juicios morales, enfrentas legales ni violencia estructural generalizada.
[1]SHEFF, Elisabeth. Apuntes sobre poliamor. Una guía para comprender a las personas poliamorosas(2019) Madrid: Continta me tienes.
[2]CONLEY, Terri D., ZIEGLER, Ali, MOORS Amy C. et al. A critical examination of popular assumptions about the benefits and outcomes of monogamous relationships. Pers Soc Pshychol Rev, 21/11/2012. Disponible en: http://psr.sagepub.com/content/early/2012/11/21/1088868312467087 [Consulta: 4/6/19].
[3]Sheff, E. (2014). The polyamorists next door: Inside multiple partner relationships and families. Lanham, MA: Rowman & Littlefield.
[4]La consideración de “superpoderes” en clave de humor es mía. Sheff no hace referencia a este término por ningún lado.
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2 Comments
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Jessica Paola Cifuenes
Feb 19, 2021 at 02:23
Buena noche , quisiera preguntar por el poliamor como tipología familiar emergente, quienes han escrito sobre familias poliamorosas en cuanto a estructura, jerarquía, organización y relaciones de un núcleo en convivencia poliamorosa.
Sandra Bravo
Feb 22, 2021 at 13:55
Hasta donde yo conozco (no es el tema que tenga más investigado) no hay mucho análisis como tal de familias poliamorosas. Si bien, en todos los ensayos críticos de maternidades subversivas puedes encontrar otros relatos sobre crianza y organización social (aunque no necesariamente poliamorosos). Sobre estudios poli, te remito a la obra de Elisabeth Sheff, a quien ya cito en el artículo (seguramente, leyendo sus artículos te acabe remitiendo a otras fuentes que te aporten información de interés)