¿Qué se entiende por relación en el marco de la no-monogamia? Antes de que empecéis a leer el artículo –por un tema de expectativas y esas cosas- os diré que no voy a responder a la pregunta cuando lo termine. Es probable que tenga más dudas que ahora mismo. De hecho, escribo esto para que alguien me de alguna pista al respecto, porque, cuanto más me relaciono, menos sé con quién tengo una relación y con quién no.
A veces siento que me aferro a las etiquetas como clavo ardiendo y otras que me dan tanto repelús que no quiero ni verlas de lejos. Y, claro, así es normal que no me aclare. Pero cualquier hijo de vecino consideraría que tener una relación en este mundo mononormativo que Dios nos ha dado –a pesar de que él vivía en una Triada homosexual-, implica un vínculo sexoafectivo exclusivo con esa persona. ¿Por qué? Porque la relación por excelencia pasa por el amor; el rey de la baraja. Y, si quieres a alguien (de una manera romántica), todo el mundo da por hecho que os vais a la cama juntos (y no precisamente para contar ovejitas). Que aquí otra duda que me surge es qué entendemos por amor y por sexo, pero eso ya es otro tema a parte.
¿Qué pasa cuando quieres a alguien y el sexo es algo que puede fluir desde la inexistencia total en algunas relaciones íntimas al más puro deseo carnal en otras? ¿Son más relación aquellas que se dan entre las sábanas? Cuando no hay sexo, ¿la relación baja entonces a la categoría de amistad? ¿Y si entra en juego la sensualidad? ¿Necesitamos realmente clasificar todos nuestros vínculos afectivos con una etiqueta?
Contar mis relaciones denota un vínculo de propiedad del que quiero alejarme
Fue leyendo un artículo de Daniel Cardoso cuando me paré a pensar seriamente en la jerarquización constante que aplicamos a nuestras relaciones, marcada por el concepto de amor romántico, que se postula como cúspide de la pirámide. De repente me di cuenta de que, a pesar de concebir mis relaciones en un marco no-monógamo y al margen del concepto de amor romántico patriarcal, estoy claramente condicionada por este paradigma, aunque me de rabia reconocerlo. En mi caso, siempre he procurado gestionar mis relaciones de manera horizontal, no en el sentido de que reparta mis recursos emocionales y de tiempo de manera idéntica con todas ellas –no los gestiono con un excel, aunque todo sería planteármelo-, sino que procuro darles un trato igualmente justo, y no poner ninguna por encima de la otra ni condicionarlas entre sí.
No obstante, a la frecuente pregunta de cuántas relaciones tienes, hace no tanto solía contestar rápidamente diciendo la cifra de personas con las que tenía una relación sexoafectiva consolidada y nos veíamos con relativa frecuencia: es decir, con quien follaba con cierta asiduidad y además había cariñito de por medio y ganas de repetir. Pero a día de hoy siento que eso ya no tiene ningún sentido para mí. Aprecio muchísimo a personas a las que apenas veo, pero con quien tengo un vínculo muy especial y ya no me siento cómoda excluyéndolas de ese cómputo relacional. De hecho, he dejado de enumerarlas, porque hacerlo es pensar en esas personas como propiedades, y porque, en el fondo, yo siempre he sido de letras. Contar mis relaciones denota un vínculo de propiedad del que quiero alejarme.
Es cierto que hay personas que me remueven más que otras y con quienes siento mayor conexión sexual y/o emocional, pero con otras comparto una amistad increíble y un erotismo que no las convierte en inferiores. Sin embargo, me ha costado tiempo darme cuenta de que estaba clasificando mis vínculos emocionales siguiendo estándares propios del paradigma mononormativo: frecuencia con la que te ves, duración de la relación, si hay sexo o no, grado de amor e intimidad, etc., etc., poniendo en la cúspide a la persona con quien tengo una mayor conexión sexual –porque es un pilar fundamental para mí- y descendiendo hacia el amor, el cariño, la intimidad y, por último, la amistad.
¡Atención! La amistad, ese vínculo tan valioso colocado al final de un eslabón carente de sentido. ¿Por qué? Cardoso apunta: “Mediante la idea de la zona de amistad queda claro que la amistad no es lo que se da cuando prestamos a alguien un grado especial de atención, afecto o respeto, sino lo que ocurre cuando le negamos a alguien la posibilidad de tener sexo y/o un amor romántico[1]”. En otro artículo igualmente inspirador para mí, sus autoras se preguntaban: “¿Qué sería de nuestra vida sin el sexo como elemento jerarquizador? ¿Cómo se debería entender entonces la amistad? ¿Y el amor? ¿Y la familia?”[2]
Dándole una vuelta más a todos estos interrogantes y enlazándolos con el tema que siempre ocupa mi mente, me pregunto: ¿Cómo se debería entender el amor, la amistad y la familia si el sexo fuera un elemento común en todos ellos? ¿Un amigo con el que te vas una noche a la cama, deja de ser un amigo? ¿Tiene realmente sentido el concepto de incesto o el sexo podría ser un elemento vinculante de la familia? Jorge Ferrer, en una entrevista que le hice hace poco, me comentaba lo siguiente: “No sé si llegaremos a las nociones que vaticina la anarquía relacional, pero creo que en el futuro el sexo entre amigos será muy normal y se considerará un umbral a la amistad profunda.”[3]
Tengo la sensación de que el sexo con afecto (es decir, más allá del puramente lúdico), a pesar de que en la no-monogamia traspasa la relación de pareja, sigue estando reservado a las relaciones más íntimas. Los preceptos de la anarquía relacional apenas llegan al sector más mainstream del poliamor jerárquico (el modelo predominante de la no-monogamia) y se ven como algo excesivamente radical y, en ocasiones, como un consumo excesivo de cuerpos.
Personalmente, reivindico la responsabilidad emocional y los cuidados en la no-monogamia y siempre digo que la parte más importante del poliamor no es su prefijo “poli” (que viene del griego y significa “muchos”), sino el substantivo amor. Dicho esto, también creo que se puede cuidar a las personas que te rodean sin necesidad de entrar en lo que se entiende comúnmente por relación, que implica en mayor o menor medida hacerte responsable de los sentimientos de esa(s) otra(s) persona(s). Hay quien dirá que ya somos suficientemente maduritos para ser responsables cada uno de nuestro corazoncito, pero relacionarse es mezclarse y, en cuanto lo haces, la individualidad pura se pierde por completo. Si no, no habría relación.
¿Cómo se debería entender el amor, la amistad y la familia si el sexo fuera un elemento común en todos ellos?
“Al mismo tiempo, o eso se suele decir, nuestro amante (monógamo) debería ser también nuestro mejor amigo: no solo existe una jerarquía entre el romance y la amistad, sino que la persona romántica debe ocupar el escalón más alto en cualquier posible subdivisión de dicha jerarquía” – dice Cardoso en el mismo artículo. O sea que… mis mejores amantes deben ser también mis mejores amigxs, y eso me lo dicen en un momento en que me cuesta distinguir a unxs de otrxs. ¡Vaya lío!
Por si fuera poco, cada persona con la que me relaciono piensa de manera bastante diferente. Tengo relaciones con monógamxs, con polis, con confundidxs y con indefinidxs, así que ningunx me ayuda a salir de mi duda existencial. Pero es que, además, yo no necesito que las personas con quienes me relaciono tengan el mismo concepto que yo tengo de nuestra relación, ni siquiera que me den lo mismo que yo les ofrezco. Es más, sé que algunas de las personas a quienes yo considero cruciales en mi vida jamás dirían mi nombre si les preguntaran si tienen pareja. Porque se relacionan conmigo desde el afecto, el sexo o lo que sea, pero no encajo dentro de su idea de relación. Lo veis, volvemos al mismo punto de siempre.
A mí, realmente, me interesa mucho más la calidad de un vínculo que la definición del mismo, pero sé que cuando alguien te pregunta “¿Tú y yo qué somos?” espera una palabra concreta y no que le ponga a leer este artículo. No obstante, está demostrado que una etiqueta no mejora de per se lo que se da entre diferentes personas. ¡Y si no que se lo pregunten a lxs casadxs! Bromas a parte, el amor no nace de invocarlo por su nombre y las etiquetas muchas veces sólo sirven para autoengañarnos y pensar que ahora que somos “novios” nos queremos más que cuando éramos “un rollito”. Serán los hechos y no las palabras las que nos den la respuesta.
relacionarse es mezclarse y, en cuanto lo haces, la individualidad pura se pierde por completo. Si no, no habría relación
A veces pienso que debería enarbolar la bandera de la anarquía relacional, pero en el fondo hay un algo –no sé qué- que hace que no sea capaz de meter a todo el mundo en el mismo saco relacional. A parte de que yo de anarquista tengo muy poco –creo que la monogamia y el patriarcado son de las pocas normas que desobedezco, pero soy muy buena chica-. Lo único que tengo claro es que no quiero que ninguna relación, sea del tipo que sea, me prive de otra, pero esta reflexión surge de las excesivas aclaraciones que se me piden sobre mi forma de entender el amor y la sexualidad y que no sé cómo atender. En fin, llegados a este punto, ¿es necesario que siga comiéndome la cabeza? ¿Hay alguien que haya entendido algo de lo que aquí digo? Y, sobre todo, ¿a quién presento yo estas navidades cuando vaya a cenar a casa de mis padres?
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[1] CARDOSO, Daniel (2015). “Del amor a la amistad: la política de las relaciones”. En (h)amor2, Madrid, ed. Continta me tienes.
[2] BLANCO, Irene y TELLO, Sonia (2015). “Asexualidad: un cuestionamiento extremo del deseo”. En (h)amor2, Madrid, ed. Continta me tienes.
[3] BRAVO, Sandra (25/10/18). Entrevista a Jorge Ferrer. Disponible en: http://hablemosdepoliamor.com/entrevista-a-jorge-ferrer/ [Consulta: 26 de octubre 2018]
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3 Comments
Responder a Sandra Bravo
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Ricard Waitforit
Nov 14, 2018 at 15:03
Cuanto más me acerco a la anarquía relacional, a veces torpemente, más difícil se me hace explicar a aquellas personas que se relacionan de forma convencional cómo me relaciono. Como dices, parece que sea necesario compartimentar piramidalmente entre parejas, familia, amistades y compañeres dependiendo del grado de implicación y de a quién nos follamos.
– Me cae muy bien tu amiga.
– Es un encanto. Tenemos una bonita relación.
– ¿Es tu pareja?
– ¿Me estás preguntando si follamos?
Cuando une consigue que las separaciones entre estos compartimentos caigan, las etiquetas empiezan a carecer de sentido. Aunque se me hace muy difícil mantener esta idea ya que la mayoría de la población no lo ve de la misma manera. Necesitan que los compartimentos sigan intactos ya que, de lo contrario, trastocaría demasiado su paradigma.
A veces me da por pensar que existen tres puntos de vista que pueden definir cómo son tus relaciones:
1- la que a ti te gustaría experimentar, ya sea desde la monogamia o las no monogamias;
2- la que realmente estás viviendo, porque no siempre se tiene lo que se quiere o lo que creemos que tenemos;
3- y la que ven los demás, ya que a sus ojos da igual si usas etiquetas o no.
¿Cómo deconstruir tu modo de relacionarte si tu entorno no te lo pone fácil? Observo que, hasta ahora, me dirijo hacia un entorno cada vez más endogámico repleto de gente encantadora que entiende esta anarquía. Siento que el resto no me representa y creo que vivo en una burbuja ajena a lo que pasa ahí afuera. No me hace sentir del todo bien ir dejando atrás gente que formó parte de mi vida y que hoy no nos une mucho o les aborrezco. Siento que debería relajarme y dejar mis intransigencias a un lado de vez en cuando. Estoy trabajando en ello e intentando aplicar el sentido del humor cuando alguien no entiende mi forma de relacionarme.
Por ahora, me va bien. Me siento feliz y cómodo. Fiel a mis principios y a mi ética. Más dialogador, cuidador y empático que nunca. Mejor persona y mejor compañero. Pero claro, es sólo mi punto de vista.
Por cierto, siento no haber respondido ninguna de tus preguntas.
Sandra Bravo
Nov 15, 2018 at 20:11
Gràcies, Ricard, por comentar tan extensamente y de manera tan interesante el artículo. Comparto tu punto de vista. Personalmente, creo que las dificultades nos las ponemos sobre todo nosotros. El entorno no ayuda, pero en el fondo, somos los últimos responsables de nuestras acciones. Así que enhorabuena por haber encontrado un punto de equilibrio tan sano y bonito. Y, respecto a la endogamia, supongo que es un poco inevitable… Poca gente monógama está dispuesta a relacionarse con una persona que no lo es, y mucho menos con una anarquista relacional. Así pues, se puede generar a veces cierto «gueto poliamoroso». Creo que lo más importante es ser consciente de cómo es nuestro entorno y no cerrarnos al resto del mundo ni infravalorarlo. La realidad es muy rica y la que cada uno vivimos es solamente eso: nuestra realidad. Una de tantas.
Avanzando que es gerundio - Hablemos de POLIAMOR
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