Este artículo nace del planteamiento inicial que expuse en una charla en amantis Retiro el pasado 14 de marzo.
Mis primeras palabras hacia lxs asistentes fueron las siguientes:
La libertad es incompatible con el amor. Un amante es siempre un esclavo.
Madame de Staël
Madame de Staël es una escritora e intelectual francesa de finales del s. XVIII de quien –sinceramente- yo no había oído hablar jamás antes en mi vida, pero cuya cita me venía de perlas para la charla.
Más allá de que está frase esté dicha en un contexto muy determinado (finales del siglo XVIII) y desde un punto de vista concreto (el de una mujer burguesa e intelectual), me hizo plantearme cuánto de verdad hay en ella hoy en día.
Por eso, enmarcándolo en un contexto de relaciones no-monógamas, quisiera lanzar una serie de preguntas cuyo marco general sería: ¿Es posible amar en libertad? ¿Existe un punto de equilibrio entre la libertad individual y la responsabilidad afectiva?
Estaríamos hablando, pues, de tres grandes conceptos universales: AMOR, LIBERTAD y ÉTICA. Pero lo malo de los grandes conceptos universales es que nunca nos ponemos de acuerdo en qué significan exactamente. Dependiendo de nuestras creencias básicas, de nuestros privilegios, de nuestro contexto y nuestro entorno le daremos un significado u otro a estas palabras, y creo que es muy importante que tengamos esto presente en este tipo de debates.
Así pues, antes que nada, quisiera remarcar que yo hablo desde la posición de una mujer bisexual, no-monógama, nacida en los años 80 y con una serie de privilegios muy concretos: soy una mujer cis, blanca, de clase media, con estudios universitarios, con un cuerpo normativo, con una autoestima relativamente estable y con habilidades comunicativas y sociales. Aunque intento tener presentes y respetar otros puntos de vista en mi discurso, mi visión parte de aquí. Esta es la realidad desde la que yo pienso y vivo.
A parte de mis privilegios –cada cual tiene los suyos-, no podemos olvidar que todas nosotras vivimos en una sociedad patriarcal, heteronormativa, capitalista, con un culto exagerado a la imagen y monógama, entre muchas otras perlas, y todo esto también marca nuestra visión colectiva sobre los afectos. Porque el amor, además de mariposas en el estómago, es un constructo social que nos meten en vena desde que nacemos (medios de comunicación, colegio, familia, Walt Disney…) Y como nos educan a amar de una única manera, las personas que pretendemos hacerlo de cualquier otra, tenemos que rompernos los cuernos y hacer charlas, talleres y todo tipo de experimentos para poder entendernos y tener la sensación de que no estamos solas ni locos; aunque no sepamos muy bien lo que queremos.
¡Al grano! Resulta que yo nazco en un entorno que me educa como monógama, pero lo de la exclusividad sexo-afectiva me sale fatal y no entiendo por qué la pareja debe ser el centro de mi universo. Empiezo una ardua tarea de deconstrucción –esa palabra tan usada y que nadie entiende muy bien qué significa-, y abogo por las no-monogamias y el amor libre. Me lo tatúo en un brazo para que no se me olvide y, de repente, alguien me hace plantearme si lo mío podría ser capitalismo relacional y acumulación deshumanizada de afectos. ¿Y ahora qué se supone que tengo que hacer yo? De momento no tengo intención de hacerme un cover, así que por mis narices que voy a intentar dar con una respuesta a todo esto. Pero necesito de vuestra ayuda, porque mi visión sola es muy egocéntrica y muy limitadita.
En la literatura del poliamor hay un término que se repite hasta la saciedad y que tiene bastante más chica de la que aparenta. Es el tema de los CUIDADOS, que va muy ligado a la libertad individual y la responsabilidad afectiva. Para evitar confusiones me gustaría hacer una distinción importante. El respeto, la ausencia de violencia física o verbal, la ausencia de coerción o manipulación para mí NO son cuidados. Son condiciones sine qua nonpara que haya afecto y ética en una relación. Punto. Parto de esa base. Cuando hablo de cuidados y responsabilidad afectiva me refiero a transparencia en la relación, comunicación, muestras de afecto cotidianas, tiempo de calidad compartido, respaldo emocional a las personas que quieres, detalles, poner -en determinados momentos- a la otra persona en el centro en vez de a ti, etc. etc.
En este sentido, ¿dónde acaba mi libertad individual de dejar de hacer lo que me da la real gana y dónde empieza mi responsabilidad afectiva de cuidar a mis relaciones y dejar de mirarme el ombligo? En definitiva, ¿es realmente posible amar libremente o soy idiota y me he hecho un tatuaje que no sirve para nada?
Los ROLES DE GÉNERO con que se nos ha educado juegan un papel fundamental en todo esto. Porque esta cuestión que acabo de plantear tiene una respuesta muy diferente en función de si eres una persona socializada como mujer o como hombre. Las mujeres cargamos con la etiqueta de eternas cuidadoras y, con ese chip de serie, tenemos unos comportamientos y expectativas sobre los cuidados muy concretas, que condicionan nuestra mirada sobre las no-monogamias. Dar, damos -y mucho-; pero eso de no esperar nada a cambio es difícil de llevar a la práctica. Y los hombres tienen el privilegio de poder enarbolar la bandera de la libertad y olvidarse de la responsabilidad afectiva -porque eso es cosa de chicas-, y eso también marca su forma de actuar en un “nuevo” escenario sexoafectivo. Entrecomillo nuevo porque otra gran pregunta es: ¿realmente estamos cambiando algo o multiplicando los defectos de la monogamia sumando más personas en la ecuación? ¿Cómo conseguimos que el poliamor no sea algo excluyente? ¿Que no se convierta en una moda de guapos y ricos?
Hablando hace poco con una mujer a la que quiero mucho, esta me decía que había decidido hacerse a la idea de que los hombres no saben cuidar, porque así dejaría de frustrarse en sus relaciones. Yo no creo que sea cuestión de conformarnos con nada, sino de actuar para cambiar la realidad. Porque las expectativas de dar y recibir cuidados están muy vinculadas a los roles de género (de la misma manera que las expectativas de libertad lo están al capitalismo). En este sentido, las mujeres debemos empoderamos y reivindicar nuestro derecho al placer, a la sexualidad y a la libertad. Debemos dejar muy claros nuestros límites y pedir; no solo dar. Y es evidente que los hombres también son parte de este proceso y que deben revisar sus privilegios, pero no podemos dejar el cambio en sus manos.
Una pregunta que podría surgir aquí es cómo se empodera una mujer (o cualquier persona) que lo ha perdido todo, y creo que la única respuesta es: en sociedad. En red.Cuestionando los archicitados mitos del amor romántico que tanto daño nos hacen. Porque creer que una única persona será el centro de nuestro universo, nuestra media naranja, la persona que nos complemente…, que todo en nuestra relación va a ser maravilloso; que los celos y el control son un síntoma de “amor verdadero”; que el amor todo lo puede, aunque estés en una relación tóxica… En definitiva, pensar que una única persona puede ser nuestra salvación es lo que realmente nos condena. El amor romántico, monógamo y patriarcal nos aísla, y solas es difícil actuar, empoderarnos o hacer que se escuche nuestra voz.
¿dónde acaba mi libertad individual de dejar de hacer lo que me da la real gana y dónde empieza mi responsabilidad afectiva de cuidar a mis relaciones y dejar de mirarme el ombligo?
El otro día lo comentaba en un taller y lo repito aquí. Si alguien os dice alguna vez: no necesito nada en mi vida más que a ti, contigo lo tengo todo, eres mi alma gemela, etc., etc., hacedle el gran favor de recordarle que eso no tiene ningún sentido, que es peligroso y que, además, es una gran mentira. En serio, si queréis a alguien y os dice eso, abridle los ojos. Porque esa es la manera de luchar contra el amor romántico que nos anula como individuos.
El AMOR es un sentimiento demasiado bonito como para que lo confundamos con el apego y la dependencia emocional. Y creo que todas tenemos responsabilidad en que eso no pase. Trasladado a la práctica, esto se combate abriendo los ojos de quien no ve, ayudándole de esta manera a ser más fuerte (y dejándonos ayudar cuando estamos cegadas y nuestro entorno lo percibe).
Pasemos ahora al tema de la LIBERTAD… El hecho de asociar la no monogamia a la libertad más absoluta puede llegar a confundirse con una falta de compromiso y cierta irresponsabilidad afectiva. Como comenta Vasallo en su último libro, en las relaciones monógamas cualquier deseo fuera de la pareja está prohibido. Y en las no-monógamas parece que cualquier deseo fuera de la pareja sea obligatorio. Hay que consumirlo todo, porque somos libres.
Creemos que ser libres solo nos da una opción (abarcarlo todo), cuando precisamente la libertad es tener muchas opciones y decidir sobre ellas. Tener la posibilidad de multiplicar nuestras relaciones no nos obliga a hacerlo. Nos da la posibilidad de decidir si queremos hacerlo, si podemos y es sostenible para nosotros, si tiene sentido en ese momento, si podemos atender nuestras relaciones y cuidarlas o solo sembrar cadáveres emocionales.
Pero creo que aquí Vasallo está siendo muy optimista con una cosa: nuestra capacidad de decisión. En una sociedad con una nula educación emocional, donde todos los mensajes van en la dirección de consume, consume, consume. Sé mejor. Sé más que el resto. Compite. Ten un cuerpo perfecto, etc., etc. ¿Quién es capaz de renunciar sin sentirse idiota? Quien tiene el privilegio de acumular amantes, ¿cómo narices renuncia a eso? Sé que todo esto suena frívolo y polémico, porque lo es, pero la realidad también lo es y me gustaría que abordáramos este tema entre todas, porque yo no tengo una respuesta clara.
Mi gran duda es: ¿hemos empezado la casa por el tejado en esto de las no-monogamias? ¿Qué fundamentos de base nos faltan para que el cambio que pretendemos hacer sea realmente cualitativo y no cuantitativo?
Por otro lado, me gustaría visitar también el otro extremo de la moneda y lanzar preguntas como: ¿hasta qué punto soy responsable de la autoestima y bienestar de mis relaciones? ¿Es posible manipular desde la pena y una exigencia de cuidados que no son asumibles para mis relaciones? Porque las “víctimas” también tienen privilegios. (Utilizo aquí el concepto de “víctima” para referirme a la persona menos privilegiada de la ecuación, la que se siente en detrimento de la otra). Leí hace poco una contra de La Vanguardia que hablaba de este tema y comentaba precisamente esto: A la víctima se le presupone inocencia; no actúa, padece y exige. No tiene la necesidad de justificarse, porque su discurso se ve legitimado.
Cuando una persona sufre por amor, su entorno suele darle apoyo. Ay, pobrecito, es que a Menganito o a Fulanita ya le vale. No te quiere nada. Es un cabrón o una zorra… Pocas veces se encuentran con el discurso de: quiérete tú misma, deja claros tus límites, actúa y toma una decisión al respecto. La víctima espera que la respuesta venga de fuera y llora porque sabe que nunca va a ser exactamente lo que desea. Está delegando su poder de decisión.
Así pues, ¿qué estamos entendiendo por privilegios cuando hablamos de ellos? ¿Se trata de renunciar a ellos –sean cuales sean- o de tomar consciencia para actuar éticamente en consecuencia con nuestra persona?
Una parte muy importante de todo este debate –como siempre- es dar la cara: ser transparentes y tener la valentía para decir qué entendemos por cuidados, cuáles estamos dispuestos a asumir y cuáles no; qué significa la libertad para nosotros y –muy importante- qué entendemos por vincularnos (y actuar en consecuencia). Pero, además, como alguien puso de manifiesto durante la charla, no se trata solo de palabras, sino de actos. Porque nuestras rutinas también comunican y generan dinámicas y expectativas muy concretas que debemos tener presentes.
¿realmente estamos cambiando algo o multiplicando los defectos de la monogamia sumando más personas en la ecuación?
Bajo mi punto de vista, es iluso creer que podemos vincularnos sin ofrecer nada a cambio, pero tampoco es razonable pensar que mis relaciones tienen la obligación y la responsabilidad de hacerme feliz y cuidarme -o viceversa-. Es obvio que dos (o más) personas no se relacionan si una no quiere y, por tanto, también es responsabilidad nuestra el momento en que decidimos vincularnos sexoafectivamente con esa persona que creemos que no nos cuida. ¿Por qué nos empeñamos tantas veces en cambiar a alguien en vez de asumir que nos ofrece algo que no nos agrada, y marchar?
El sentido común y el pensamiento crítico son dos factores muy importantes para ejercer los autocuidados; pero la solución no puede ser solo individual, sino colectiva. Necesitamos apoyarnos y reeducarnos mutuamente para pasar de un capitalismo relacional a una forma de relacionarnos cualitativamente distinta, en red, incluyendo no solo las relaciones sexuales o románticas, sino de todo tipo.
Es necesario sacar a la pareja del trono que ocupa actualmente y dejar de considerar que las relaciones de amistad y familiares son vínculos menores e incluso prescindibles cuando nos enamoramos “de verdad”. Cuidar el entorno más cercano y volver -en cierta manera- al concepto de comunidad es una de las bases para hacer de los nuevos modelos sexoafectivos algo diferente (salto cualitativo).
Asumamos también que no podemos quejarnos de los privilegios del vecino sin tener en cuenta los nuestros. Que debemos ampliar nuestra mente y ver que hay tantos puntos de vista como personas y que, antes de juzgar o atacar, tenemos la opción de preguntar el origen de una creencia y ver si realmente están tan lejos de la nuestra como pensamos.
¿Es posible que la libertad y la responsabilidad afectiva estén más en línea de lo que creemos, si somos capaces de ejercer la nuestra respetando la ajena; si cuidamos y sobre todo nos auto-cuidamos desde el agradecimiento y no desde la exigencia? En definitiva, si no hacemos nada que no consideraríamos ético que nos hicieran a nosotros. Porque… ¿Hasta qué punto confundimos a veces libertad con “todo vale” y cuidados con “apego y co-dependencia”?
El amor romántico, monógamo y patriarcal nos aísla, y solas es difícil actuar, empoderarnos o hacer que se escuche nuestra voz.
En el nuevo marco de las relaciones no monógamas apenas existen guiones ni modelos. Esto puede generarnos mucha incertidumbre e inseguridad, pero… ¡Tenemos el poder y la oportunidad de escribir nuestra propia historia! Ahora bien, asumamos que nos vamos a meter muchos batacazos por el camino. De la teoría a la práctica hay muchísima distancia y hasta que no te metes en el barro, no te enfangas. Y de la no monogamia se sale pringada hasta las orejas. Eso sí, puede ser muy gratificante. Además, ¿acaso la monogamia funciona? ¿Cuántas parejas se rompen? ¿Cuántas infidelidades hay cada día? ¿Cuanta gente se aísla del mundo por amor? Pero nadie osa cuestionar el sistema. Pero si una tríada poliamorosa -por poner un ejemplo- no da sus frutos, todo el mundo se echa las manos a la cabeza y apostilla: “Claro, ¿cómo querías que funcionara una cosa así?”
Hay que deshacerse de doctrinas que nos dicen cómo tenemos que comportarnos. Es como si tuvieras siempre un libro de instrucciones sobre cómo te tienes que comportar escrito por una persona que no te conoce, que no tiene nada que ver contigo, y tú lo asumes como propio sin haber pulsado el interruptor del pensamiento crítico. Es un fragmento de «El arte de pensar”, de José Carlos Ruíz y, aunque no tiene nada que ver con el poliamor, parece escrito a propósito para el debate.
Creo que ejercitar el pensamiento crítico es necesario para hacer aquello que comentaba Vasallo: tener la capacidad de decidir. Así que cuestionémoslo todo, probemos, abramos nuestra mente, pidamos disculpas si nos equivocamos y volvamos a intentarlo de nuevo.
es iluso creer que podemos vincularnos sin ofrecer nada a cambio, pero tampoco es razonable pensar que mis relaciones tienen la obligación y la responsabilidad de hacerme feliz y cuidarme
El poliamor no es la panacea de las relaciones, si realmente no damos un salto cualitativo en la manera de enfocarlas, si no superamos los clichés de género, la desigualdad entre hombres y mujeres, los privilegios de la pareja frente a otros vínculos, los privilegios individuales que cada cual tenemos; los mandatos del patriarcado…
Hay quienes critican el poliamor –a veces con razón- como un mercado de carne donde no importan las emociones, como un “fóllese quien pueda, sin más”, como algo sin alma. Pero el problema no viene dado por la cifra, sino por el cómo. Y creo que es importante demostrar –mediante la práctica- que AMAR A MUCHAS PERSONAS NO ES AMAR SIN ESCRÚPULOS. Y que si realmente queremos, podemos encontrar un equilibrio entre libertad individual y responsabilidad afectiva, aunque sea duro y necesite de varios intentos para encontrar la fórmula perfecta que se adapte a nuestras circunstancias personales.
Os dejo como colofón con un fragmento a una entrevista a Wendy-O Matik, creadora del concepto de “radical love”, cuya definición me fascina y con la que me siento muy identificada -gracias, Jorge, por recomendármela-:
the freedom to love whom you want, how you want, and as many as you want, so long as personal integrity, respect, honesty, and consent are at the core of any and all relationships
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De lo masculino y lo femenino en el poliamor - Hablemos de POLIAMOR
May 2, 2019 at 09:17
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