Ene
29, 2020
Philipp Spiegel: “La comunicación sobre el VIH ha sido tan unilateral que las personas que no pertenecen a los «colectivos de riesgo» no se han molestado ni en escuchar”
Philipp Spiegel es un hombre cis, blanco, heterosexual y seropositivo. También es fotógrafo y un activista sex-positive que relata cómo es la vida cuando te diagnostican VIH. En definitiva, se trata de un hombre con un vida rica y diversa reducida por la mirada ajena a un simple virus, quizá uno de los más temidos y estigmatizados socialmente, a pesar de todos los avances médicos del siglo XXI.
Charlar con él sobre el tema ha sido muy interesante y enriquecedor. Gracias, Philipp, por aportar una visión tan necesaria sobre algo de lo que se sigue hablando tan poco y con tanto miedo.
Pregunta.- ¿Por qué hiciste público que eres seropositivo?
Respuesta.- Bueno, me llevó su tiempo… Publico bajo un pseudónimo, pero cuanto más hablo del tema, cuanto más escribo sobre ello, más ridículo me parece esconderme. Mi principal objetivo con todo esto –incluso utilizando un nombre diferente- es el deseo de educar y explicar mi historia. Decirle a la gente cómo es eso de tener VIH, combatir el estigma social, sensibilizar sobre el hecho de que el VIH sigue siendo un gran tema… Porque cuando me diagnosticaron no tenía demasiada información al respecto y me impresionó lo poco que sabía, y eso fue también una motivación, sin duda. Decir: ey, hay mucha información nueva al respecto que tiene que salir a la luz y que no veo por ningún lado. Bueno, y también con un objetivo terapéutico, por supuesto, porque cuanto más escribes sobre el tema, más fácil es lidiar con él.
P.- Pero, pese a todo, bajo un pseudónimo…
R.- Al principio lo hice para protegerme. Y no solo para protegerme, sino para tomar cierta distancia, porque escribo sobre cosas muy íntimas y hacerlo con un nombre diferente me facilita hablar sobre ello.
Hoy en día, mi pseudónimo se ha convertido en una especie de marca. Es cierto que ahora mismo preferiría no haberlo utilizado, pero sé que en aquel momento necesitaba ese otro nombre.
P.- ¿Por qué crees que el VIH sigue siendo un virus tan estigmatizado socialmente?
R.- Es uno de los aspectos que me planteo… El terreno médico ha avanzado muchísimo desde los 80 y los 90, pero la comunicación sobre el VIH sigue estancada en aquella época. Yo crecí con Philadelphia, con Freddy Mercury… y este tipo de cosas que quedaron grabadas en nuestro cerebro… ¡Había tanto miedo! Y la gente de mi generación lo sigue teniendo.
Desde entonces –hablo al menos por Alemania y Austria- no ha habido mucha educación sexual. Básicamente, la gente tiene sexo por primera vez y entonces ya piensan que lo saben todo al respecto. No hablan sobre enfermedades, contagios y este tipo de cosas. Creo que este es el motivo por el que sigue habiendo tanto pánico respecto al VIH y el SIDA.
Y entiendo la dificultad porque, por un lado, si tomas la medicación no eres un peligro para nadie, pero si no lo sabes, es una enfermedad muy contagiosa y mortal. Son dos extremos opuestos. ¿Cómo lo comunicas de manera sencilla?
Cuando me diagnosticaron no tenía demasiada información al respecto y me impresionó lo poco que sabía
P.- Sin duda el conocimiento es poder. ¿Qué conocimiento sobre el VIH fue el que más te empoderó?
R.- Lo primero que descubrí fue el límite de detección. Básicamente, si tomo la medicación no puedo infectar a nadie. Había leído antes en algún artículo que ya no es una enfermedad tan peligrosa, pero no tenía ni idea de lo que realmente significaba. Y la primera cosa con la que dije wow! -dos horas después de mi diagnóstico- fue que, si tomo mi medicación, no puedo infectar a nadie.
Por supuesto, desde que esa información va de la mente al corazón para que realmente creas que no puedes infectar a nadie pasó un año y medio. Pero el conocimiento teórico llegó muy pronto y era motivador. Fue como decir: un momento, no tengo por qué morir de una manera horrible, puedo tener una vida normal y también una vida sexual normal.
P.- Incluso con todo ese conocimiento, ¿es posible perder completamente el miedo a infectar a alguien?
R.- Me llevó muchos años. Hace 6 años que me diagnosticaron y me llevó 4 años sentirme realmente seguro. Y lo conseguí básicamente leyendo sobre el tema cada día. En el fondo, es un poco mi trabajo: conocer los términos médicos, saber cómo funciona mi sangre y todos esos detalles fascinantes… pero me llevó mucho tiempo.
Es por lo que la primera vez que tuve sexo después de que me diagnosticaran fue realmente terrible. Por supuesto, utilicé condones y todo eso, pero fueron los 12 segundos más largos de mi vida. Me corrí enseguida, evidentemente. Estaba tan emocionado de volver a follar, pero también en estado de pánico. No paraba de comerme la cabeza: ¿Es cierto que no supongo un riesgo? ¿Es verdad lo que dice mi médico? ¿Qué pasa si se rompe el condón? ¡Fue horrible!
P.- ¿Cómo es la intimidad para alguien con VIH?
R.- Justo pensaba en eso hoy… Los primeros años son muy difíciles. Tienes que mantener todo el tiempo el control, y parte del deseo y de la pasión es precisamente perder el control.
Lo más complicado durante los primeros años es que te pasas el día pensando: ¿Puedo hacer esto? ¿Soy un riesgo? ¿Está bien si hago esto o esto otro? ¿Está bien si ella me hace tal cosa? Cargas con estas preocupaciones todo el rato y por eso la intimidad se vuelve algo muy pedregoso.
En un momento determinado -cuando me volví a enamorar de nuevo después del diagnóstico y vi que a la otra persona no le importaba- todo cambió. Aquello me permitió sentirme seguro de nuevo. Y desde que pude superar mis miedos disfruto de mi intimidad mucho más incluso de lo que lo hacía antes. Porque fue como recuperar algo que había perdido. Ahora lo vivo de manera mucho más intensa.
P.- De hecho, explicas en uno de tus artículos que el VIH mejoró tu vida sexual…
R.- Lo hizo. Durante un tiempo apartó el sexo de mi vida y me hizo consciente de ello. Una vez superado el miedo de infectar a alguien y el miedo mismo hacia mí por sentirme venenoso, por sentir que hay otro organismo dentro de mí, superar todo aquello me hizo acercarme a la sexualidad y la intimidad más que nunca: ¿Qué me gusta? ¿Qué no me gusta? Fue una nueva toma de consciencia.
El terreno médico ha avanzado muchísimo desde los 80 y los 90, pero la comunicación sobre el VIH sigue estancada en aquella época
P.- También escribiste otro artículo que fue muy polémico en el que explicabas una primera cita con una chica, de esas en las que todo fluye maravillosamente, donde te planteaste el dilema moral de si decirle que eras seropositivo o no. Finalmente, optaste por no decirle nada y acabasteis en la cama. ¿Por qué lo hiciste?
R.- Por muchos motivos… Por supuesto, depende de cada circunstancia… Ahora mismo lo digo casi siempre. Pero el objetivo del artículo era demostrar que no supongo un riesgo: sé lo que tengo, no puedo infectar a nadie –pase lo que pase-, excepto, quizá, si me corto las venas encima del ojo de alguien –algo que no tengo planeado hacer, la verdad-. Es una cuestión de hasta qué punto conozco a la otra persona y puedo confiar en ella. ¿Se lo dirá a sus amigos, a otras personas? Vivir con un virus tan estigmatizado socialmente te hace ser muy cuidadoso con las personas en quienes depositas tu confianza. Y, además, ella no me está diciendo nada tampoco sobre si tiene gonorrea, sífilis o cualquier otra cosa…
Una vez me entrevistaron sobre este artículo y la periodista me preguntó muy cabreada por qué no lo había dicho. Y yo le repliqué preguntándole si ella informaba sobre su estado con el VPH [1] cuando tenía una cita.
Entiendo ambas posiciones e intento pensar cómo reaccionaría yo desde la otra parte en una situación así y no lo sé. Pero para mí era importante escribir sobre aquel dilema que tuve: ¿Debería decírselo? ¿No debería decírselo? Si se lo digo, ¿qué límites traspaso? ¿Hasta qué punto puedo confiar en ella?
P.- ¿El concepto de transparencia y confianza ha cambiado para ti a raíz del diagnóstico?
R.- ¡Por supuesto! Va muy ligado a lo que te decía antes: cuándo se lo explico a la otra persona. En el primer año, cuando les explicaba a las mujeres mi estado, resultaba que, cuanto más transparente era, más me rechazaban. Y es una de las razones por las que dejé de decirlo.
Además, estaba tan inseguro que lo decía de una manera como sí… oh, Dios mío, tengo que decirte algo horrible: soy seropositivo. Está claro que la reacción más obvia es: yo no quiero hacer nada con este tío. Así que aprendí a darle la vuelta y decir: sí, soy seropositivo. Mira la seguridad que tengo. Y esta es otra forma de ser transparente. El cambio no es tanto sobre lo qué digo, sino cómo lo digo.
Los primeros años son muy difíciles. Tienes que mantener todo el tiempo el control, y parte del deseo y de la pasión es precisamente perder el control
P.- Cuando alguien tiene VIH, ¿prefiere que su entorno se preocupe constantemente por su salud o que olvide esa parte de su vida?
R.- Depende… A mí me gusta mucho hablar sobre el tema, aunque al principio no quería que nadie me preguntara porque me sentía muy inseguro. Sé que si no fuera una parte tan importante de mi vida y mi trabajo, preferiría que la gente lo ignorara y me tratara normal. Pero como escribo tanto sobre el tema es imposible apartarlo de mi vida.
P.- Que me tratara “normal”… Esa palabra me ha rechinado muchísimo… ¿Acaso no eres normal?
R.- ¿Normal? ¡Nadie es normal! (ríe)
P.- Tengo la sensación que ciertos perfiles –como una persona seropositiva- se polarizan entre dos extremos: víctima que genera pena o héroe que no necesita nada porque el VIH no le afecta en absoluto. ¿Existen más posicionamientos cuando dices públicamente que tienes VIH?
R.- ¡Claro que sí! No creo que nadie fuera capaz de decir que el VIH no le afecta en absoluto, porque cuando te lo diagnostican toda tu vida cambia en un segundo. Ya no estás solo nunca más, tienes esta cosa dentro… Aunque también puedes decidir cómo lidiar con ello.
Creo que uno de los motivos por los que empecé a escribir sobre VIH y por los que soy tan abierto con el tema es a raíz de los grupos de autoayuda para personas seropositivas que vi en Austria. Se victimizaban y estigmatizaban tanto que tuve claro que no quería ser como ellos. Y por eso creo que la actitud se polariza tanto en un extremo o en otro, porque hay poco espacio entre medio para enfrentarse a la situación.
P.- ¿Dónde te sitúas tú?
R.- Preferiría no tener VIH, pero estoy muy agradecido a lo que me ha hecho experimentar y a todo lo que me ha aportado.
Desde que pude superar mis miedos disfruto de mi intimidad mucho más incluso de lo que lo hacía antes
P.- ¿Es posible olvidar que eres seropositivo o a partir del diagnóstico es algo que siempre está presente?
R.- Bueno, el problema es que, aunque quieras olvidarlo, te tienes que tomar la mediación cada día de tu vida. Así que cada día te acuerdas de que tienes esta mierda. Y jode mucho.
Los médicos me explicaron que mucha gente, después de 10 años de tratamiento, dice que no quiere tomar las pastillas cada día. ¡Poder dejar de tomar la medicación aunque solo fuera un día sería un alivio tan grande! Pero también un horror, si te olvidas de tomarla.
Según mi doctor, en unos dos años puede que haya algún tipo de implante que dure unos seis meses. Eso mejoraría mucho mi vida.
P.- Cuando te referías a la gente que quiere dejar de tomar la medicación aunque solo sea un día de su vida, he pensado en toda ese gente que desearía poder tomarla aunque solo fuera un día de su vida.
R.- Sí, sí, sí… Es otro de los motivos por los que escribo. Mi primer artículo era totalmente dramático, pero ahora estoy en un punto en el que… Soy un hombre cis, europeo y blanco. No sufro ningún tipo de discriminación. Si yo no hablo abiertamente sobre este tema, ¿quién va a poder hacerlo?
Aquí nos preocupamos por dejar de tomar la pastilla un día, pero en otros continentes -Asia, África, Sudamérica- la situación es muy diferente. ¿Cómo me atrevo a ser una víctima? No podría vivir en paz siendo una víctima cuando veo víctimas de verdad por todo el mundo: gente que se muere por esta mierda. Pero yo puedo quejarme y decir lo triste que estoy porque me tengo que tomar una pastilla diaria. ¡Es una mierda!
P.- Aquí en Europa, ¿cuál crees que sigue siendo el mayor bulo o lo que menos se conoce sobre el VIH y el SIDA?
R.- No puedo hablar por España, pero en Alemania y en Austria, durante los últimos 20 años, cualquier campaña de concienciación sobre el VIH estaba dirigida a la comunidad homosexual. A los heteros de alguna manera se nos decía: esto no va contigo, no tienes que preocuparte. Ahora mismo en Alemania están aumentando considerablemente el número de contagios en mujeres heterosexuales.
Creo que el gran problema es que durante los últimos 20 años la comunicación ha sido tan unilateral que las personas que no pertenecen a los “colectivos de riesgo” no se han molestado ni en escuchar. Y ese es uno de lo grandes temas con el VIH.
P.- Parece que al sistema le interesa mantener la idea de la heterosexualidad como un espacio seguro…
R.- ¡Y limpio!
P.- Es ridículo.
R.- Ahora mismo, en Alemania y Suiza, existen unos magazines maravillosos donde las asociaciones de ayuda contra el SIDA publican artículos cada semana, pero no monográficos sobre el VIH, sino relacionados con el tema. Artículos muy interesantes. Es genial abordarlo esta manera, aportando otro tipo de información interesante. Creo que es una gran manera de hacerlo.
Vivir con un virus tan estigmatizado socialmente te hace ser muy cuidadoso con las personas en quienes depositas tu confianza
P.- ¿Sabes? También hay mucha gente que piensa que la monogamia es un lugar seguro contra las ITS. ¿Qué les dirías?
R.- En Alemania, el posicionamiento oficial de Sanidad es que toda persona, independientemente de si está en una relación monógama o no, debería hacerse las pruebas una vez al año. Y me gusta mucho, porque no puedes estar 100% seguro de lo que hace tu pareja.
P.- Además, muy poca gente habla de ITS o se hace pruebas cuando comienza una relación, pero la mayoría deja de utilizar el preservativo después de cuatro citas, confiando en alguien de quién no sabe absolutamente nada sobre su estado de salud.
R.- Sí, uno de los comentarios que más me llegan es “antes de ir a la cama con alguien deberíamos hacernos las pruebas”. ¡Pero eso no se lo cree nadie! Teóricamente, sí, pero todos sabemos cómo funcionan las relaciones: conoces a alguien, folláis un par de veces y en algún momento alguien dice:
- ¿Tú estás bien?
- Sí, yo no tengo nada.
- Ah, yo tampoco. No hace falta que utilicemos más el condón.
Estigmatizamos la sexualidad pensando que tiene que ser limpia, un acto cristiano. Pero eso anula la realidad, las emociones, las acciones, el deseo… El sexo es divertido, sucio, sudoroso…
P.- Ya lo decía Woody Allen: «¿Es sucio el sexo? Solo cuando se hace bien».
R.- ¿Woody Allen? Pensaba que hoy en día se citaba más a Roman Polanski. Al menos él hace buenas películas (ríe)
P.- Eso que has dicho de la pulcritud me conecta con tu caso. Tú te contagiaste por tener contacto con la sangre menstrual de alguien infectado, pero jamás he visto un prospecto informativo sobre VIH que mencione el tema. Es como que nadie da por hecho que se pueda follar con la regla, porque es “sucio”.
R.- Lo mío fue muy mala suerte, pero estas cosas suceden. Y siempre lo digo: al menos fue en un fin de semana increíble y no con una cita de Tinder o un rollo de una noche o un condón roto, sino un fin de semana precioso que lamentablemente tuvo aquellas consecuencias.
Aprendí a darle la vuelta y decir: sí, soy seropositivo. ¡Mira la seguridad que tengo!
P.- ¿Qué ha sido lo más duro para ti desde que supiste que estabas infectado?
R.- A parte del hecho de darte cuenta que es una realidad, por supuesto, decírselo a mi familia y amigos. Es la parte más horrible. Porque les tienes que explicar algo terrible y al mismo tiempo tranquilizarles y decirles: todo va a salir bien, aunque no tengas ni idea de lo que va a pasar. Quieres que te cuiden, pero al mismo tiempo tienes que cuidarles a ellos. Es algo muy extraño y horrible.
En una charla que di en Zúrich hablé de este tema con unos asistentes. Lo comparamos con la salida del armario de las personas homosexuales, porque no lo haces solo un día, tienes que estar saliendo del armario constantemente. Y lo mismo pasa con el VIH. Un día se lo dices a un amigo, otro día a otro; ahora a tu hermana, luego a tu hermano… Es como: venga, otra vez… Y cada vez que lo dices les tienes que explicar lo mismo: que no te vas a morir -porque no tienen ni idea de lo que supone realmente-. ¡Es agotador! Te sientes como un mensajero de la muerte por estar diciendo estas cosas horribles constantemente y por la manera en que la gente te mira cuando se lo dices.
P.- Me recuerda a todas las veces que explico que soy bisexual o poliamorosa y la gente me mira como diciendo: con lo normal que parecías, ¿qué te ha pasado para que tengas tanto miedo a enamorarte? ¿Es que solo piensas en sexo?
R.- ¡Pervertida! (ríe) ¿Sabes? Una de las cosas que sé que jugaba a mi favor es que yo sabía que mi familia nunca me juzgaría ni me diría que es algo horrible ni me dejaría de querer por ello. Sabía que eso no pasaría y es genial. Es un gran privilegio.
Quizá es por eso que odio los grupos de autoayuda, porque tengo una familia que me quiere y me apoya, aunque entiendo que otras personas los necesitan y les ayuda. Y por eso, a pesar de que no me gustan, no los critico, porque sé que mucha gente los necesita
Preferiría no tener VIH, pero estoy muy agradecido a lo que me ha hecho experimentar y a todo lo que me ha aportado
P.- En tu blog explicas que le cogiste miedo a la intimidad. ¿Lo has podido superar?
R.- Sí, afortunadamente. El VIH te hace dudar todo el rato. Te recuerdas constantemente: me hice esto yo mismo. Me siento culpable y avergonzado. No puedo confiar en mí mismo, porque lo que hice me ha provocado VIH. Y cuando desconfías de ti mismo es imposible confiar en alguien más. Te odias tanto que no puedes compartir intimidad con nadie, porque no lo puedes hacer ni contigo mismo. Y todo eso hay que superarlo.
P.- No me extraña que te puedas llegar a sentir así. Si no tenemos educación sexual para hablar de cosas básicas, difícilmente podremos gestionar aspectos más duros como este.
R.- ¡Exacto! Al final, cuanto más hablemos de sexualidad más abiertos estaremos también a hablar de las infecciones que puede comportar. Una cosa va ligada a la otra. Es necesario hablar de manera abierta de todo y no solo de forma puntual cuando pasa algo.
P.- ¿Qué es el sexo para ti?
R.- Buena pregunta… Pasión. Deseo. Dejarse llevar y compartir. Nuestra sociedad católica cree que el sexo es penetración y eso no es sexo. ¡Es la parte más aburrida! El sexo es olfato, tacto… y eso es lo que hace que sea tan diferente y maravilloso con cada persona. Unas veces es una sexualidad más intelectual, otras veces pura atracción física, puro instinto…
P.- Tú lo has dicho: penetración. Siempre que voy a hacerme las pruebas me sorprende la poca información que hay respecto a la sexualidad entre mujeres. Es como si, por el hecho de no penetrarnos, no estuviéramos teniendo sexo de verdad. ¿Por qué crees que hay tan poca información sobre las ITS entre mujeres?
R.- Por lo que yo sé del VIH es muy poco probable que haya un contagio entre dos mujeres. Pero del herpes, por ejemplo, que se contagia muy rápido, se habla muy poco, y las mujeres se lo pasan constantemente.
Respecto a tu pregunta… no lo sé, la verdad, supongo que porque no es normativo.
Decírselo a mi familia y amigos fue la parte más horrible
P.- ¿Dónde crees que debería empezar el cambio en nuestra educación sexual para que realmente haya un cambio cualitativo?
R.- En la guardería, básicamente. Leí un artículo que lo explicaba muy bien. En vez de ponerles nombres tontos a nuestros genitales, comenzar diciendo esto es un pene, esto es una vagina. Es un inicio.
P.- No sé si el PIN parental de VOX aprobaría esto…
R.- Es el típico pensamiento de la extrema derecha. Pero luego pasa que, en países como en Polonia, se disparan los contagios. Con el VIH, por ejemplo, hay una gran diferencia entre Europa del Este y el Oeste. En Occidente se ha avanzado mucho, mientras que en el Este prácticamente no se habla del tema. En Polonia, que tienen una extrema derecha mucho peor que VOX, si impartes educación sexual, puedes ir a prisión.
A raíz del movimiento del #metoo reflexioné mucho sobre una cosa que nadie ha mencionado: llevamos 2000 años en los que las diferentes religiones nos han lavado el cerebro diciendo que las mujeres son una mierda. Y la educación sexual empieza por librarte de estas horribles instituciones que están obsesionadas en controlar nuestra sexualidad.
P.- Está claro que en países como Polonia o Rusia, donde no puedes decir abiertamente que eres homosexual, difícilmente vas a reconocer que tienes una enfermedad que ha sido estigmatizada como gay. Por mucho que puedas decir que te infectaste con una relación heterosexual, el estigma y la presión social está ahí, y eso puede empeorar mucho los contagios. Hay gente que piensa que la educación sexual no es tan importante, pero en ocasiones puede ser cuestión de vida o muerte, ¿no crees?
R.- ¡Ese es el tema! Por eso, cuanto antes empecemos a recibir educación sexual, mejor. Nos va a ayudar muchísimo en un futuro.
El VIH te hace dudar todo el rato. Te odias tanto que no puedes compartir intimidad con nadie
P.- ¿Cómo fue tu educación sexual en Austria?
R.- Bueno, yo fui a un colegio privado americano. Recuerdo que fue un día muy interesante con un profesor y le podíamos preguntar cualquier cosa.
P.- ¿Un día? Pensaba que iba a ser más diferente que en España.
R.- Sí, la educación sexual está enfocada así: un día te explican cuatro cosas, en algún momento tienes sexo y a partir de ahí piensas que ya lo sabes todo.
En Alemania quieren empezar a impartir educación sexual para adultos, para enseñarles más al respecto. Y es genial porque, mi clase de educación sexual la recibí de adolescente y, cuando te infectas en edad adulta, ¿de dónde sacas la información?
P.- Es maravilloso. De esta manera, algunas mujeres adultas descubrirían cómo es el clítoris, porque su anatomía no fue descubierta hasta 1998, por ejemplo.
R.- Me conecta de nuevo con esa idea cristiana de que las mujeres no han nacido para el placer, sino para tener hijos. Y para eso es para lo único que necesitan el sexo. Es vergonzoso que os hayáis perdido tantos años de diversión. Es necesario cuestionarlo, aunque, siendo optimista, en los últimos 100 años ha habido mucho adelanto, si lo comparamos con 2000 años antes. Aunque queda mucho trabajo por hacer.
La educación sexual está enfocada así: un día te explican cuatro cosas, en algún momento tienes sexo y a partir de ahí piensas que ya lo sabes todo
P.- ¿Qué aspecto sobre el VIH y el SIDA crees que se deja siempre en el tintero cuando se habla del tema?
R.- Creo que los medios generalistas hablan poco del hecho de que no puedes infectar a nadie, si tomas la medicación. Y se sigue insistiendo mucho en que afecta sobre todo a los hombres gays.
En Reino Unido, gracias a una gran estrategia de comunicación, han conseguido reducir las infecciones por VIH en un 77% en los últimos años. Es una muestra de que, al contrario de lo que defiende la extrema derecha, hablar sobre sexo nos podría permitir reducir muchísimo las infecciones, al menos en Europa.
P.- Sí, tener la información adecuada es importante. Por ejemplo, con la medicación para el VIH, mucha gente le ha perdido el miedo al SIDA y se ha relajado con el uso del condón, pero no es algo tan simple…
R.- Exacto. Esa creencia tiene un coste muy alto… Hoy en día con el PrEP [2] puedes protegerte del VIH y es maravilloso, pero hay muchas otras enfermedades que podemos pillar. ¡Utilicemos condón!
Los medios generalistas hablan poco del hecho de que no puedes infectar a nadie, si tomas la medicación. Y se sigue insistiendo mucho en que afecta sobre todo a los hombres gays
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Foto que ilustra la entrevista: © David Arnoldi
Podéis seguir el trabajo de Philipp Spiegel en su web: philipp-spiegel.com
[2] Profilaxis pre exposición para el VIH. Se trata de fármacos antiretrovirales que se administran a personas seronegativas con un riesgo superior al promedio de contraer una infección por VIH.